miércoles, 29 de septiembre de 2010

29 Septiembre. En los bares... ni borrachos, ni el Marca



Cafetería Lorena. La Latina. Nueve de la mañana. Dos sujetos y una chica apenas logran tenerse en pie. “Tronca, ¿pero tú entiendesssss?”, una compacta y pestilente nube de Brugal y una gota de saliva suya aterrizan en mi rostro como el más potente de los gases antidisturbios. “Que los bares en La Latina han cerrado, están cerrados. Esto es demasssssiado fuerte, tía”.
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El trío juerguista ha caminado desde Malasaña –unos veinte minutos, quizás- para beberse un cubata en condiciones. En una sociedad como la madrileña, donde la fiesta se impone a la razón, semejante privación es lo más cercano al apocalipsis que esta generación mil eurista ha podido vivir en carne propia.
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Ya dentro, en la barra del Lorena, Violeta –una chica ecuatoriana con los ojos rebordeados de espeso lápiz negro- me sirve un café sin ganas. No le ha costado llegar a su trabajo por le Huelga General convocada por los Sindicatos contra los recortes impuestos por el Gobierno. "No tuve problema", dice. Ha dormido en Madrid, en casa de una amiga colombiana que vive de hacer la manicura a domicilio. De lo contrario, no hubiese conseguido tren desde Alcorcón hasta aquí.
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Miro a mi alrededor. Sólo veo pensionistas. Pregunto por el Marca. Quiero leer la crónica del partido del Madrid de ayer. El deportivo no está. “No ha llegado hoy”, me dice Violeta con aún más fastidio que hace unos minutos. “Vaya puta mierda de país”, remata a mi derecha un operario.
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Salgo del bar rumbo a la Plaza Mayor, un piquete de policías protege algunos comercios. No son muchos. Todo permanece cerrado y silencioso. Es pronto aún para diagnosticar nada. Camino dando rodeos, haciendo tiempo para que esta ronda tenga sentido. Me detengo en la parada de autobús. El 28, que normalmente tarda 5 minutos, esta vez se demora 15. Las pegatinas de la huelga abundan en las vitrinas y las marquesinas. “Basta de consumo”, leo junto a os signos del anarquismo.
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Ya en medio de la Plaza Mayor, un rebaño de pensionistas y anarcosindicalistas hacen balido con banderitas de UGT. “¡Huelga general!¡Huelga general! “, gritan al lado de un mercadillo de Argentina en Madrid en el que no entra nadie, no sé si por la hora, porque a los turistas les resulta más entretenido fotografiar manifestantes o porque no hay una sola estatua viviente hoy en la plaza.
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En Sol una enorme y desangelada tarima de Comisiones Obreras y UGT preside la mañana. La Calle Preciados está llena, de policías y unidades móviles de los canales de televisión. Los grandes almacenes del Corte Inglés y las cadenas importantes abren sus puertas, custodiadas por filas de uniformados. Las tiendas de cambio de oro también abren, pero nadie usa sus servicios.
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Entro en un H&M. Hablo con Rosa, una chica con un piercing oscuro sobre le labio. “Si estos tíos (se refiere a los sindicatos), me reponen el día que me descuentan… pues claro que me hubiese sumado, ¿no te jode?”.
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Salgo de nuevo. Entro a otro bar. En la tele, los informativos. Busco el Marca, otra vez. No lo encuentro, no está. No existe. El dato ya deja de ser casualidad. Sigo subiendo hacia Gran Vía. Vuelvo a toparme con un rebaño de manifestantes y sus rojas banderitas.
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Llego hasta Malasaña, pocas muy pocas cafeterías abiertas. Entro a una, a dos, a tres. En ninguna está el Marca. De tanto en tanto me topo con agentes de la policía, que se plantan como postes frente a tiendas y comercios.
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Salí de casa sin la convicción empresa de llegar más allá de Chamberí. Así que me doy la vuelta con ganas de avanzar algo más. Repaso el recorrido. Lo mismo, pero con más sol. Tiendas discretamente abiertas. Empleados con cara de fastidio. Rebaños informativos con banderitas rojas.
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Al llegar a Preciados, varias reporteras de Antena 3 y Telecinco dan un escueto parte de lo ocurrido, y el compacto piquete que separa Sol de la calle que sube hacia Callao sigue formado, igual que hace una hora. No he encontrado quioscos de prensa abiertos, así que me quedo sin Marca.
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Me detengo frente a un agente de policía, enciendo un cigarrillo y le pregunto qué tal va la jornada. Para mi sorpresa, en lugar de pedirme que me vaya o que le deje en paz., el agente me dice, con toda la sinceridad del mundo. “Estoy cansado. Llevo aquí desde las cinco de la mañana”. UN chico lleno de anillos de oro se acerca. “¿No hay otra forma de tocar los cojones?”, suelta, refiriéndose a los sindicatos. "Unos listos, tía, que son unos listos".
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Hace una semana, en un taller de comunicación, los encargados de comunicación de las fundaciones de UGT y CCOO casi me ahorcan cuando les pregunté si esta huelga no sufría una cierta impuntualidad. "¿Pero cómo convocarla antes? Si estábamos negociando. “¿Qué querían que diésemos una patada a la mesa de una vez y después negociáramos”.
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Voy bajando por la calle Toledo aún sin mucha convicción de lo que he visto ni lo que veo. Sólo sé que el bar, el lugar de encuentro de la feligresía madrileña, hoy no se ha leído el Marca y que quizás hoy, a mediodía, la mitad del cocido se quede frío. Aún así hay algo en el aire que apesta todavía a amnesia, y no es el tufo a Brugal, tampoco el mileurismo. No sé qué es. Pero algo aún no me cuadra.

4 comentarios:

Sol de invierno dijo...

Me ha gustado tu crónica, pero deberías hacerte mirar esa obsesión por el Marca. Me has dejado con la intriga de saber qué es eso que no te cuadra ;)

La KSB dijo...

El periódico más leído de toda España no estaba hoy en la calle... puede que tenga que hacérmelo mirar, pero me parece un dato. Y con respecto a qué no me cuadra quiere decir que no estoy segura sobre el éxito de la huelga.
Gracias por escribir, Sol de invierno.

Adriana dijo...

uy rojo rojito... no te trajo tristes recuerdos??

La KSB dijo...

Un poco, a veces.
Pero últimamente pienso más de la cuenta en los rojos rojitos y en nosotros... Y de pronto me digo: "¿Pero qué haces? Piensa en algo que puedas resolver..."