viernes, 10 de agosto de 2012

"Nunca he visto un periódico en blanco"


A las cinco de todas las tardes, nos reunimos alrededor de una mesa ovalada para hablar de los temas que llevaremos para el día siguiente. Las aperturas de la mañana, el editorial, los buscones –chascarrillos, políticos en su mayoría-. Nos reunimos los redactores de todas las secciones junto con el director, que preside la mesa sentando en el centro  con un cuaderno de  hojas cuadriculadas. Me quedo, casi siempre mirando su libreta largo rato, me recuerda a los antiguos cuadernos Caribe de las matemáticas de primer grado. Con un bolígrafo de tinta verde apunta el director unos temas. Con otro de tinta azul violeta apunta notas a esos temas. Con  tinta morada apunta los nombres de los redactores. 
Esta tarde, hablamos de este verano en el que no ocurre nada. “Por mucho que no pase nada, nunca podremos sacar un periódico en blanco”, dice  Fonseca, el redactor se sucesos y Tribunales. Aparecen chascarrillos por debajo de las patas de la mesa. El director está todavía ocupado, apuntando la fecha del día en su cuaderno de hojas cuadriculadas. Los chascarrillos continúan deslizándose. Yo hago croll con mi índice sobre la pantalla del iPad para acelerar el historial del twitter. Fonseca insiste con las páginas en blanco. Un redactor responde. “Yo jamás he visto un periódico con páginas en blanco”. Mi dedo se paraliza. Un bofetón me devuelve a un desayuno de infancia y algo me saca de mi autismo. “Yo sí”, respondo en una voz tan alta que hasta me arrepiento de mi tono. 
Recuerdo aquellos soles de febrero perfectamente. Eran amarillísimos y las ganas de salir al patio se acrecentaban a medida que mis padres nos prohibían salir a jugar, no fuera que una bala perdida se nos derritiera, bobalicona, por mala fortuna, en el cráneo. Hacía unos días,  una semana más o menos, un tanque de guerra había intentado tumbar las puertas del Palacio de Miraflores para derrocar el gobierno de Carlos Andres Pérez, presidente socialdemócrata, quien ya había tenido que enfrentar el paquete de medidas de ajuste impuesto por el Fondo Internacional Monetario, un estallido social a una semana de su toma de posesión y ahora un levantamiento militar –no sería el único-. Los rebeldes, comandados por el teniente coronel Hugo Chávez Frías, se habían rendido a las pocas horas de la intentona, aún así, el país vivió días de toque de queda, las garantías constitucionales habían quedado suspendidas y a la hora del desayuno llegaban a casa las principales cabeceras nacionales con páginas enteras en blanco, convenientemente editadas con níveos brochazos. En esos días aprendí el significado de varias palabras. Golpe de Estado fue una; censor fue otra. 
Todo esto me vino a la mente como una transfusión cuando mis compañeros de trabajo se me quedaron mirando después de aquella tajante y algo enloquecida afirmación. Lo mínimo que debía hacer era al menos dar una referencia coherente sobre dónde había visto yo páginas blancas, que no fueran las de una resma de papel. Como una Wikipedia averiada, me limité a decir: “Durante el primer intento de Golpe de Estado de Hugo Chávez, la prensa salía publicada con páginas en blanco. Por la suspensión de garantías constitucionales, hubo censores de prensa”. 
Se hizo un raro silencio. Como si hubiese confesado tener un padre estafador, un quinto dedo, una deformación de corazón o miles de pústulas en el rostro. Sólo el director, que ya había apuntado completa la fecha en su cuaderno de hojas cuadriculadas, afirmó: “He leído algo en estos días. Decía que las cosas en Venezuela estaban tan complicadas, que aún si Chávez perdiera las elecciones, los venezolanos que estaban fuera no volverían. ¿Es eso cierto?”. 
Lo que podía ser una pregunta hipotética, se hizo de pronto un artefacto de uso personal, un espejito espejito Y respondí, casi con la boca como un lanzallamas. “Sí, creo que es totalmente cierto, las cosas han empeorado muchísimo en 14 años”. Cinco minutos después, dábamos un repaso a la situación de qué escenarios estaban dando algunos informes acerca de la situación de los mercados y el BCE para después del verano y un eventual rescate a Italia.

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