Desolado, plano, aéreo. Sin rastro pero con restos. Un océano con ahogados en sus orillas. Así lucía el sábado, cerca de las diez de a noche, el campo del Santiago Bernabéu desde el tercer anfiteatro del fondo Norte.
No conocía el desamparo hasta esa noche. No de esa forma, no así. Conocía la rabia –un sentimiento al que mi país me acostumbró-. Conocía el miedo, también la nostalgia. La estafa y, a veces, el odio. Pero frente al césped el desamparo es distinto, es una forma de estar solo en multitud.
Los once merengues se habían marchado. Los azulgrana también. Quedábamos unos pocos espectadores, sueltos como papelillos entre las gradas. No abandonar el campo a tiempo hincha los golpes, los multiplica y los fija. Mi boca estropeada aún resiente, no la victoria del Barcelona, sino el silencio del Madrid, un pálido y ortopédico combinado.
De haber sido una derrota, quizás no me dolería. El siete, el capitán, nunca saltó al ruedo y eso que corrió por él durante 90 minutos. Ramos, el defensa sevillano cuyo 4 llevo en mi camiseta, peinó una pelota pero no enmendó el error que le dio a Henry el empate en el Bernabéu. El diez culé impecable, me dio y a la vez me quitó fútbol, mientras Casillas llevaba puesta su rabia azul celeste.
Ahora que nada ruge en sus entrañas, el Bernabéu se me hace inmenso. Ahora que lo veo así, las gradas vacías y los asientos con cáscaras de pipas, siento frío, mucho frío. Ha de ser esta camiseta que ahora no me protege del desamparo. Ha de ser este montón de dientes. Echo a andar, con la boca estropeada. Ha sido el puñetazo amargo. Es el fútbol, enseñándome a quererlo.
No conocía el desamparo hasta esa noche. No de esa forma, no así. Conocía la rabia –un sentimiento al que mi país me acostumbró-. Conocía el miedo, también la nostalgia. La estafa y, a veces, el odio. Pero frente al césped el desamparo es distinto, es una forma de estar solo en multitud.
Los once merengues se habían marchado. Los azulgrana también. Quedábamos unos pocos espectadores, sueltos como papelillos entre las gradas. No abandonar el campo a tiempo hincha los golpes, los multiplica y los fija. Mi boca estropeada aún resiente, no la victoria del Barcelona, sino el silencio del Madrid, un pálido y ortopédico combinado.
De haber sido una derrota, quizás no me dolería. El siete, el capitán, nunca saltó al ruedo y eso que corrió por él durante 90 minutos. Ramos, el defensa sevillano cuyo 4 llevo en mi camiseta, peinó una pelota pero no enmendó el error que le dio a Henry el empate en el Bernabéu. El diez culé impecable, me dio y a la vez me quitó fútbol, mientras Casillas llevaba puesta su rabia azul celeste.
Ahora que nada ruge en sus entrañas, el Bernabéu se me hace inmenso. Ahora que lo veo así, las gradas vacías y los asientos con cáscaras de pipas, siento frío, mucho frío. Ha de ser esta camiseta que ahora no me protege del desamparo. Ha de ser este montón de dientes. Echo a andar, con la boca estropeada. Ha sido el puñetazo amargo. Es el fútbol, enseñándome a quererlo.
5 comentarios:
Y que buen fùtbol............Visca Barca.
Diossssssss, ¡no puedo contigo! Pero estás en lo cierto: el Barcelona derrochó fútbol.
Karina, cuando me preguntaste allá por octubre que te recomendase un buen partido de fútbol para ver la grandeza de este deporte te recomendé uno. Hoy, y por muchos años, sólo puedo decirte que disfrutes de el espectáculo de ayer cada vez que quieras ver fútbol del bueno.
El arte debe estar en los museos. Pues no había mejor escenario que el Bernabéu para realizar una obra de arte como la escenificada ayer por el Barça. Es para guardar el dvd y enseñárselo a los nietos...alucinante.
Alex, tenías razón. Hace poco leí sobre ese partido del Liverpool que me recomendaste que viese, lo describían como un antes y un después en el futbol, por el tamaño de la remontada y del espíritu de los reads... Lo de ayer, aún estoy de resaca. NO por el Madrid, que es un equipo que sigo, sino por la dimensión del espectáculo... Un clásico es algo especial, pero si a eso le sumas este Barcelona, la experiencia sobrepasa, incluso a los pobres amateurs que, como yo, están aprendiendo a disfrutar del buen fútbol.
Precioso Karina!!
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