jueves, 18 de diciembre de 2008

Carta a los parques


En una acera algo hiere, un cordón se desata. Hace seis grados y, en la parada del 73, ella se da por vencida. La noche se quedó entre sábanas, esperando a que alguien, por piedad, la rematara de un tiro. Si se despertó es porque tocaba. Por alguna razón ya era de día.

En una acera crecen los postes y los parques andan cojos. Ella se toca los ojos. Quizás le arden. Pero no hace nada, porque a las mujeres fuertes nada les pesa. Las fuentes tienen frío; el agua de sus peces se ha ido a otra parte. Ella lo sabe. Pero las mujeres fuertes dejan el agua correr. Se echan en la espalda lo que pueden, y lo que no también.

En una acera algo se desploma, un papel se extravía. Son sus palabras haciéndose las comprensivas. Como si no dolieran. Pero las mujeres fuertes corren cuanto pueden. Corren. Hasta donde haga falta. Por eso van en tacones, haciendo sonar sus pasos para avisar que llevan prisa. Por eso callan en los vagones y aprietan su letra en un cuaderno. A las mujeres fuertes nadie les dijo que debían callar. Ella no lo sabía. Ahora lo sabe.

En una acera unos zapatos enmudecen, suben al autobús porque toca. Porque ya es de día. Ella se machaca, ¿es su culpa? Tal vez. A las mujeres fuertes les toca. La reciben. Se la quedan. La mastican. Como si fuera suya. Ella lo sabe. Y se ríe de sí misma. Se ríe de su risa de mujer fuerte. Esta dulce paliza para la educación sentimental.

En una acera ella piensa. Ella da vueltas. Ella recibe. Ella espera. Ella piensa. Y fuma. Y piensa. Y se pregunta adónde fueron los dinosaurios que dormían bajo la manta verde. Lejos. Ella está lejos. Que la mujer que duerme a tu lado no va a ningún lugar, le dijo. Que la mujer que duerme a tu lado está lejos de todo y cerca de ti, pensó. Es otoño y todo cae. Cae amarillo sobre su pecho sincero.

En una acera un autobús llega, luego se marcha. Ella mira su reflejo en el vidrio. Su reflejo de mujer fuerte a la que nada hiere. La que puede todo. La que resiste. La que apaga la luz pensando que estaba en lo correcto. Y por eso pide perdón. Porque ella lo puede todo. Puede el silencio, puede la casa a oscuras, puede con el sábado, el domingo, el lunes, el martes, el miércoles. Porque a las mujeres fuertes nadie les preguntó si lo eran.

No tengas miedo. Ella es una mujer fuerte; no se arrepiente de sus ojos. No tengas miedo, ella es una mujer fuerte; una gimnasta de los aeropuertos; la que se queda sin preguntar hasta cuándo. No le interesa, ya está aquí. No tengas miedo, ella recoge los vidrios. No tengas miedo, ella está ahí, viéndote dormir.

En una acera algo duele; es una mujer fuerte, tratando de volver a casa.

1 comentario:

Sofía B dijo...

Me encanta! Y me dan ganas de acurrucar a esa mujer fuerte que tal vez no quiera serlo....