lunes, 2 de junio de 2008

Boom-bazo


Tan vieja -¿e indeterminada?- como la República. La primera edición de la Feria del Libro de Madrid se celebró del 23 al 29 de abril de 1933. En ese entonces, hace 75 años, veinte editoriales madrileñas tomaron el Paseo de Recoletos para unirse, en código progresista, al plan de fomento de lectura que había comenzado a tomar cuerpo de la mano de Manuel Azaña en 1931. España, gobernada por el presidente provisional Alcalá Zamora, sentía ráfagas del hervor que produjo el nombramiento de Adolf Hitler como canciller alemán, mientras se preparaba para el estallido de la guerra civil en 1936. Vinieron tiempos de gas y pan propagandístico. El festival literario no volvió a celebrarse hasta casi nueve años después, en 1944, en plena posguerra. Pero no sería hasta 1955 cuando reanudaría la cuenta que este año, 2008, llega a 67 ediciones.

Siendo tiempo de números redondos, efemérides y fechas pseudo patrias, España ha decidido que la cercanía del bicentenario del Waterloo de Fernando VII, perdón quise decir de las independencias en América (2010), era un motivo lo suficientemente fuerte como para dedicar la feria a la literatura latinoamericana. Se pretende así, durante dos semanas, dar a conocer de qué forma lo que se sacralizó como el “gran boom” está viviendo un relevo generacional con numerosos autores menores de 40 años. Supongo que la sumatoria de boom más boom producirá del todo un bing-bang de algo. El peruano Santiago Roncagliolo, el colombiano Juan Gabriel Vásquez, el colombiano William Ospina, los argentinos Ricardo Piglia y Alan Pauls o el mexicano Juan Villoro son sólo una pequeña muestra del sacerdocio literario que pisa el paseo de coches del Retiro madrileño. Eso, sin contar a “los bolañeros”, los a veces malqueridos autores que todo el mundo lee sólo para decir que no están a la altura del autor de Los detectives salvajes.


Joyas, novedades y gilipolleces
Este año, la feria ofrece cerca de 450 actividades y pone en las estanterías, así como en los micrófonos de conferencias y convites, cerca de 200 escritores, además del saldo de 364 casetas (veinte más que en 2007) y 428 expositores; de esos 119 son librerías, 259 editores, 14 distribuidores y 31 organizaciones oficiales.

Inaugurada entre rumores de lluvia, la Feria e enfrentó a otras nubes agoreras: la supuesta contracción del mercado editorial. Sin embargo, libreros, editores y escritores pasan de largo del tema de la crisis y se ponen las botas en un año que será tan literario como cualquier otro. Pepo Paz, dueño de la editorial de poesía Bartleby se lleva las manos a la cabeza. “Ahora me he dado cuenta que hemos hecho el gilipollas por no participar antes”. Siendo este su primer año en la feria, Bartebly entra con pie firme, pues trae su último best seller: el poemario de Ryszard Kapunscinski editado en polaco y español, una edición de 1500 ejemplares agotada en apenas una semana. Nada más y nada menos que la propia memoriabilia mortuoria para la feligresía del Kapunscinskismo.

Sin embargo, en esta feria no es Bartleby la única caseta boyante en el género poético: la editorial Visor –que hoy tiene la caseta llena por la firma de Rosa Montero- y Pretextos muestran un abultado catálogo de autores entre los que destacan, por demás, los poetas Rafael Cadenas y Eugenio Montejo. Otros venezolanos que participan en la feria son los escritores Domenico Chiappe –con su Entrevista a Mailer Daemon-, Israel Centeno –con El Hilo de la cometa- y Juan Carlos Méndez Guédez, estos últimos tres editados por sellos independientes o al menos alternativos, como es el caso de Periférica para Israel Centeno y La Fábrica para Doménico Chiappe.

De las rarezas editoriales más exquisitas que se consiguen entre las casetas cien y la 172 y su paralelo de la izquierda –divertido trozo de pasillo donde se consigue desde Candaya hasta Lengua De Trapo- está la edición que ha hecho el sello mexicano Sexto Piso de El viento ligero en Parma, una hermosa compilación de artículos y textos del autor catalán Enrique Vila matas, quien no deja de hacer guiños a la literaria Mérida venezolana en algunas de sus crónicas.
Justo a dos pasos, en la caseta de la editorial Candaya, Agustín Fernández Mallo se sienta de brazos cruzados frente a tres libros suyos –el segundo título de la longaniza sobre la Nocilla- recién publicados en Alfaguara. Me acerco, pido Nocilla dream. El vendedor me mira, mira a Fernández Mallo y vuelve a mí: “Él es el autor. ¿Quiere que se lo firme?”. Me toca aclarar lo que, supongo, le ocurre a la mayoría. “Sí, lo conozco”. (¿Sería posible no saberlo después del boom Generación Nocilla que produjo Nuria Azancot en El Cultural). Me giro hacia Fernández Mayo: “Lo lamento, aún no he leído su libro. Sé que todo el mundo le aborrece. Pero aún no puedo tomar partido”. El comentario parece no gustarle a Fernández Mallo, quien parece aún más incómodo cuando le digo que la dedicatoria del libro sea para “La KSB”. ¿Qué es, una empresa, una persona, qué es eso? “Son mis iniciales con un artículo determinado”. El escritor firma con boli rojo, y de mala gana. Me presento como periodista. Identifico el medio y la sección con la que colaboro. Ha resultado que tenemos amigos en común. Bueno, en realidad el amigo es suyo; el jefe es mío. Fernández Mallo subraya el asunto, como para que no quede duda. Sonrío y me doy la vuelta.

Corrillos literarios en casa de Pedro J.
Antonio Gala, de bastón y fular, es uno de los primeros en llegar a la fiesta que el director del diario el Mundo, Pedro J. Ramírez, ofrece a editores, periodistas y escritores en ocasión de la feria. Comentarios van y vienen: el premio Leyenda para el editor Jorge Herralde; la elección de la novela El corazón helado, de Almudena Grandes, como el mejor libro del año en 2007, et alli. Sin embargo, hay un tema que escose un poco e inquieta otro tanto. Hace unos días, el escritor Carlos Ruiz Zafón –autor de La sombra del viento y El juego del Ángel- y ficha de oro de la editorial Planeta, ofreció una entrevista para el diario El País en la que se mofaba del “mundillo literario” que le hace ascos por su éxito comercial. Y quiérase o no, según José Manuel Plaza, periodista literario para la sección de cultura del diario El Mundo, “Ruiz Zafón es, sin duda, el gran protagonista de la feria”. Aún así, entre una copa y varias fotos de sociales, Plaza remata, “aunque hay escritores latinoamericanos muy interesantes a los que tenemos pensado dedicar páginas especiales, entre ellos, y sin duda alguna, a Ricardo Piglia y Alan Pauls”. De nuevo, y esta vez en las marquesinas, América Latina domina la escena. Yo campaneo un Whisky de lima. Tengo aliento a gasolina y ganas de cambiar de vida. Pero eso, de momento, no viene al caso. Mejor me quedo con el Boom-bazo que ha cambiado a Balcells por Herralde.

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