Sus manos contradicen al resto de su cuerpo, parecen los delgados apliques de la talla de un Nazareno en lugar de las manos de un hombre gigante que a veces canta con los ojos cerrados. Quienes saben de música dicen que su voz es imperfecta y única, los de peor humor escriben que en algunas canciones desafina. Quienes saben dicen de él muchas cosas. Que sus letras son costumbristas, irónicas, surrealistas, poéticas. No escatiman adjetivos, todos regados por las reseñas como aderezos a mansalva.
Y nadie dice que no sea todo eso y mucho más, pero en sus últimos tres discos, El fuego amigo (2005), El mundo según (2006) y Ronroneando (2008), hay algo y alguien que ocurre con el mecanismo inverso a los adjetivos. Alguien que sucede de a poco. Alguien parecido a lo que tengo delante, una voz clara y profunda que a veces prefiere el papel a la música. Alguien que ha decidido cantar con la boca separada del micrófono. Alguien que controla el oleaje de sus propias canciones. Alguien que quiere contar y hacerse entender.
¿Y quién no ha cruzado la calle sobre el puente de su voz? Una voz que será, para algunos, un vagón de metro y noches de vuelta a casa a solas; una voz que es, a veces, Alfabeto Morse y relatos doblados en la esquina de la página un domingo al sol; una voz que habitan, como casas, quienes la escuchan (sus seguidores le tratan como familia, como si le conocieran desde siempre). No lo sé. Hasta hace 45 minutos nunca le había visto, y a los desconocidos se nos da muy bien eso de sentenciar porque nos dá la gana.
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No es que me parezca tímido, es que me parece. Son curiosos los años que ha vivido el sol en sus mejillas y no sé si he nacido muchos países después de sus canciones, o si es sólo esta prisa por detectar en sus palabras a los jinetes que fueron hacia Portugal, a Merche asterisco, a las hijas del barquero, a los bebedores del bar Petardo o a esa confusa María Lionza sin danta –en verdad se llama Augusta- de su Socorrismo (Alpha Decay, 2009).
Como la mayoría de las veces, de esta entrevista me tocará entregar otra cosa. Siete mil quinientos caracteres de plana y económica información. Y quizás también tenga que ponerme el antipático delantal del carnicero y empezar a lanzar adjetivos como hachazos, porque ocupan menos líneas y llegan más ¿rápido? donde ¿deben?
Un gigante que ha estudiado para perito agrónomo y decide dejar la coreografía de la producción de una fábrica para dedicarse a la música y la escritura jamás desafinaría una estrofa. Él no es Militar. Ahora se dedica a terminar una novela que, como al musiú enamorado de Augusta, anticipo –así somos, aburridos, esperando lo ya conocido- sincero y transparente.
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La entrevista termina, o ha terminado, o terminó. Veinte o treinta minutos después, en medio del concierto de la entrega de los Premios Caja Madrid y Lengua de Trapo de Narrativa que le trajo unas horas hasta Madrid la semana pasada, le escucho cantar Quiromántico. Hay ráfagas de modernos que forrajean canapés en las bandejas su propio ego. Me apetece rociarlos esta noche con gasolina, pero sólo bebo una cerveza y sigo la música con un movimiento del pie derecho.
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Aquí dentro no puedo fumar, aunque de momento no me importa. Son las diez y tengo mucho menos claro quién es -o quién va a ser- Antonio Luque. Sólo intuyo que probablemente no le baste el Chinarro al señor que toca esa guitarra.
7 comentarios:
Geniales, usted y Luque.
El señor Luque, siempre.
Muchas gracias, de verdad.
Kari... leí. Wau...
Hey sistaaaa!!!!! Gracias por visitar. Escucha al Sr. Chinarro, si no es que lo conoces ya. Su space está en los favoritos de mi blog. Te va a gustar.
Completamente de acuerdo con los modernos sedientos.
Encantado nos vemos, le dejo como va quedando el cártel por ahora.
http://www.greenufos.com/southpop
¡Pablo! (eres tú, ¿verdad?)Gracias por la info. Pues creo que terminaré por lanzarme para Sevilla. CRuzcampo y música, ¿qué más puedo pedir?
Sabia elección
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Nos vemos!
Si se mua Pablo
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