Raúl Amundaray nació de Sordo a Guayabal, se hizo actor por culpa de una tía y realizó su primera prueba en el canal de Bárcenas en 1963 para la telenovela Historia de tres hermanas. Sin embargo, la primera en llegar a la estación de televisión había sido Amalia Pérez Díaz, una chilena con acento peruano, entonces ya famosa por cantar en el Show de Renny Otolina y por su interpretación de los cuentos de Román Chalbaud dirigidos por Alberto de Paz y Mateos.
Corría el año 1953. Mis padres no se conocían. Ni yo había nacido ni Pérez Jiménez había dejado aún el poder. Delgado Chalbaud cumplía 3 años de haber sido asesinado. El Aula Magna andaba ya en plenas nubes de Calder. El noticiero de la Creole tenía una emisión diaria en antena y aunque aún faltaban al menos 15 años para la primera transmisión a color, existían amagos de cuñas de navidad.
Como Venevisión no existió hasta la quiebra de Televisa hasta 1960, cuando fue comprada por Diego Cisneros, puedo exclamar, ¡feliz!, que el origen de la cuña navideña pertenece a la extinta frecuencia 2 de la televisión en Venezuela, es decir, Radio Caracas Televisión.
Mi infancia, como la del resto de los venezolanos supongo, estuvo aliñada por los rizos y las lentejuelas de Nancy Ramos y el tupé de Caridad Canelón. Cada cuña navideña del canal acompañaba el último mes del año como un acontecimiento especial. Algo cuya cuya duración podía hacernos pactar con el resto de los días una tregua más llevadera. Al menos a mí me ocurría.
Era capaz de levantar un pacto con exámenes de historia, geografía y castellano hechos en ese entonces con exténsiles. Podía inventarme una tregua con los narcolépticos resúmenes de estudio que me obligaba a aprenderme para los exámenes previos a las fiestas (todos acaban el 17 de diciembre) e incluso podía sobrellevar la dulce pereza de los 25 de diciembre y los primeros de enero gracias a esa operación maravillosa de encender la tele y ver a una tropa de alegres desconocidos cantando alrededor de un belén con espumillones y guirnaldas.
Pero si ese pequeño acontecimiento navideño se unía con otro mayor, por ejemplo, el dulce olor del guiso de hallacas, el arbolito de navidad, la reunión de mis tías, primos, primitos y demás miembros de la enorme familia materna que hoy me parece pequeña, la cena de navidad o la comida siguiente con las sobras de esa cena... ¡pues la alegría era un delirio dulzón y doméstico!
"En Radio Caracas Televisión, estamos contentos, contigo con todos... Por el año viejo, por la navidad. Y aquí te esperamos, añito que viene". Recuerdo el estribillo con la alegría de quien embucha a la vez Coca-Cola y pan de jamón. Año tras año. En las navidades de 1992 y 1993, luego de dos golpes de Estado, la muerte de mi abuelo, la desaparición de algunas infancias con sabor a torta negra. "Pa que nos animes a trabajar por el país, pa' que nos arrimes a un futuro muy feliz". En los años 1994 y 1995, durante las elecciones presidenciales y la crisis bancarias. En los años 1996, 1997 y 1998, en pleno asco nacional y adolescente. Y parecía que mientras esa gente estuviese ahí patinando y cantando, todo estaría bien. Bueno, a mí me lo parecía.
La mayoría de los actores de fueron muriendo, Raúl Amundaray no (él parece inmortal). Pero llegaron otros en su lugar. Y siguieron cantando. Y patinando. Y aunque Nancy Ramos envejeció, su cabello siguió siendo dorado y rizado. "En Radio Caracas Televisión... estamos contentos, contigo, con todos... ". Y aunque me hice mayor, mantuve la costumbre de detenerme a mirar las cuñas de navidad. No importaba cuánta veces la hubiese visto en el mismo mes. Me detenía a mirarla. Quizás unos cuatro o cinco minutos y luego retomaba lo que estuviese haciendo.
Esta tarde, después de volver de comer, ha hecho más frío que otros días. He llegado a casa y no más cerrar la puerta, me descubro tarareando. "En Radio Caracas Televisión, estamos contentos contigo, con todos...". La frase salió de ninguna parte hacia ninguna parte.
Es domingo, 20 de diciembre. Afuera, el termómetro marca cero grados y en la uno seguramente estarán dando España directo. De todas, y aunque quisiera, la frecuencia 2 ya no existe, al menos no como antes. Me pregunto si Nancy Ramos aún tendrá el cabello del mismo color. Creo que lo mejor será que comience a leer El mar, de John Banville. Me toca devolverlo a la biblioteca el 28.
Estoy tratando de hacer memoria para recordar quién cayó enfermo primero. Si el país o yo. Pero es inevitable. Ya para 1998, los dos estábamos bastante mal. Y eso que en ese entonces todavía daban cuñas de navidad. "En Radio Caracas Televisión....". Reviso la fecha. En efecto, me toca devolver el libro el 28 de este mes.