"Es hora de recapitular las hostias que me ha dado el mundo" Nacho Vegas. El hombre que casi conoció a Michi Panero
En el centro de un escenario oscuro, un hombre de traje negro brilla cuando el filo de su voz hace contacto con el aire, como lo haría una navaja cuando la luz se posa en su hoja. Viste, como los viajeros, una altura exagerada y un flequillo rubio que, desde hace años, le cubre los ojos. Es un extranjero, el habitante de una neblina permanente. Es el que sabe ver entre vapores lo que ninguno de nosotros, a corazón abierto, veríamos jamás. En el centro de un escenario oscuro, un hombre de traje negro canta, de pie, las canciones más tristes, las que otros hemos memorizado a fuerza de arrancarnos a jirones los recuerdos, y los veranos, y los inviernos, y los infiernos, y las cerezas, y los desastres, y los manifiestos, y los hombres que casi conocieron a Michi Panero. En el centro de un escenario oscuro, vestido de traje negro, Nacho Vegas canta el repertorio de su voz perfecta y su corazón exagerado.
Es frío, distante. Es, insisto, un forastero. Alguien que va de paso, sin maleta, en medio de una multitud de bebedores y farsantes. Silencioso, detrás de su cortina de rubio cabello, Nacho Vegas canta esta noche joyas de su nuevo disco, La Zona Sucia, un hermoso chiquero en el que pueden aparecer Cosas que no hay que contar: "Donde hay cenizas hubo un fuego/ y yo mataría por volver a arder/Hoy mi voz es un tartamudeo/que ni yo consigo entender". Y sentada en mi asiento, me pregunto, si estos charcos –pozos indecorosos- habitan una zona sucia , se supone, deberían estar llenos de lodo y mierda, ¿por qué son tan claros entonces? ¿Por qué brillan tanto como para reflejarme en ellos? Tengo ventanas con vistas a mi propio basurero. Y es cuando más me apetece bailar como los tontos o beber como los cobardes.
En su concierto, Nacho Vegas deja en el camino migas para los pájaros que nos perdimos tarareando sus clásicos. Me dices: ahora ya estás advertido,/no te fíes de un animal herido/¿Y qué te iba diciendo yo?/Me he perdido. Mis ojos le escuchan, extraen del oscuro escenario la silueta de su voz. Hago fotos, tontas fotos, como si las instantáneas sirvieran para apretar esta noche en algún sitio. En alguna tela tendida en mi mente se reflejan los momentos en los que me apropié de sus canciones, por eso los sentidos no me bastan para atajar lo que presencio, porque ese hombre de traje oscuro está cantando partes de mi vida, mi blandengue y breve vida, prestada a los sentimientos, insisto, gracias a sus palabras.
No lleva hoy el eterno cigarrillo entre los labios –la salud, la autoritaria salud anti tabáquica- y da cortos sorbos a lo que parece un cubata, que no un Martini, en vaso de tubo. Así pues, cuando no tengas nada que hacer, / Y yo pase por tu cabeza/Nadie podrá oírte/Así que piensa en mí/Como si me quisieras… Gritaría las expresiones de un gamberro. Diría al vacío de una sala repleta, sí, que ese hombre es grande –como en efecto hice- y aún así no me basta la cursi lealtad del fan para da por hecho que esta noche, ésta, he escuchado cantar, en el centro de un escenario oscuro, a la voz más rubia que un corazón exagerado haya tenido jamás.
4 comentarios:
Tiempo sin leerte, envidia por no haber visto a Nacho. Desgajas prosa fluida y dura, como siempre. Bien, bien Sainz Borgo, no has perdido el temple afilado
¡Dr. Linares!, caramba, gracias, muchas gracias.
Contacta con Mapache! Necesitan colaboradores para un especial Nacho Vegas...
Gracias Caellas, ¡ahora sí!
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