domingo, 15 de marzo de 2009

Sobre el pollo frito, el fútbol y otras anfetaminas urbanas



¿En qué se parece el fútbol a Dios?. En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.
Eduardo Galeano. Fútbol a sol y sombra

Una primera campana enloquece al golpe de una cucharilla. Terminada ésa, el camarero sacude ahora un cencerro mientras el resto de la barra se une a la celebración. Han dejado una buena propina y el Madrid gana por goleada. Dos mujeres hablan de artículos de limpieza y de cómo arrancar la grasa de los azulejos. Lo hacen en un idioma incomprensible, a veces español y a veces valenciá. Una de ella engulle calamares, yo miro la tele. Sergio Ramos no está jugando mal, simplemente no juega; Heinze marca goles a ambos lados del campo y el bar entero se sacude con una tarjeta roja que levanta el árbitro contra Yeste, jugador del Athletic. La gente grita a la pantalla, esa milagrosa costumbre que hace pensar a quienes gritan que al otro lado del aparato alguien puede escucharles. Todo es bárbaro y enternecedor. Grasa, fútbol, cerveza. Dios bendiga al balón y a quienes le seguimos.

Atrás, en la parte final de la barra, una rumana, un ecuatoriano, una colombiana y algo parecido a un brasileño intercambian verbos mal conjugados y palabras incompresibles; parecen divertirse. Creo que intentan enamorar, aunque el cortejo parece atascado en la falta de vocabulario. Otro tanto del Madrid y la celebración de los goles sirve, al fin, para acortar el idioma. Ahora se acercan en otro lenguaje más fiable.

La mujer de los calamares se ha marchado y en su lugar, tres andaluces con chupas de cuero y vaqueros dejan de comer sus alas de pollo para dejárselas al patriarca que les acompaña –eso dice Salvador-. El patriarca es un hombre mayor, de abdomen inflado y manos gruesas que ordena al camarero cuántas raciones y cañas debe servir; les miro a los cuatro con mis ojos payos y me río para mis adentros. Me gusta su habla dulce y sus voces trancadas.

La democracia del bar y el fútbol, ese reguero de colillas y huesos de pollo en el que todos somos iguales. Ya voy por la tercera jarra y esta puede ser la décima alita de pollo que arroje al suelo después de comérmela. Hacer reguero es, también, una manera de estar. Hace dos años cuando llegué, no entendía de fútbol ni de bares y me escandalizaba la suciedad que acompaña las barras de los bares y cafeterías. Censuraba, con mi educación –usted, por favor, ¿me regala con cigarro?, con permiso, ¿sería posible?- y mi pulcritud sudamericana cómo los españoles arrojaban servilletas y palillos al suelo. Ahora que entiendo de fútbol y bebo cerveza, también arrojo huesos, servilletas y colillas. En la democracia del bar yo, como el resto, también grito gol. La campana ha vuelto a sonar. Han vuelto a dejar una buena propina y el partido llega a su fin. El Madrid gana al Athletic cinco goles a dos. La noche en Casa Pepe ha terminado.

8 comentarios:

Ines dijo...

Me gusta este post....me gustó el partido, ademas de los goles, aderezado por ese clima de cabezazos, codazos y manotazos que se repartió a diestra y siniestra que solo contuvo el ramillete de tarjetas amarillas que el árbitro tuvo a mano. Felicidades.

La KSB dijo...

Gracias, viniendo de una culé, es de agradecer...

Anónimo dijo...

La verdad es que no entiendo ¿No y què a los sudamericanos nos tienen los europeos poe desordenados y descortèses? ...Ahora resulta que no es asi. Eso es lo malo de los estereotipos

Anónimo dijo...

La verdad es que no entiendo ¿No y què a los sudamericanos nos tienen los europeos poe desordenados y descortèses? ...Ahora resulta que no es asi. Eso es lo malo de los estereotipos

Ana dijo...

¡Sólo no me digas que por razones geográficas eres del Madrid! ¡No por favor! ;-)

Keraban dijo...

A veces el fútbol no es una metáfora de la guerra. Es la guerra. Suele ganarla el que más armamento tiene y el que se sabe utilizarlo cuando es necesario. El Athletic fue demasiado evidente en lo que quería. Fue un equipo furioso. Furia ciega, sin alternativa. Perdió y yo lo lamenté.

Unknown dijo...

*esto iba a ser un comentario inteligente*

Pulgamamá dijo...

Me gustó porque la verdad es que no hay manera de que yo me conecte con el deporte. Es que no lo siento. A lo mejor si me mudo a España o a Argentina me pase como a tí. No sé, aquí no sigo beisbol, ni veo fútbol americano ni menos basket. Creo que si supiera de deporte ampliaria mis temas de conversación... ni modo.
Abrazos.