martes, 27 de diciembre de 2011

Mi primera navidad con los populares. Postal uno: 'lo difícil es que no te toque'


El pasado 22 de diciembre hice lo que todos los años, sentarme en el taburete del bar de mi barrio –he cambiado ya tres veces de domicilio y siempre consigo hacer hogar en el bar de mi nuevo vecindario - para disfrutar de la breve y dulce ceremonia que marcó, en mi transplante, una otra navidad.

Ese jueves vi caer las bolitas de la lotería en las enormes jaulas donde dan vueltas. Pedí un café con leche corto, en vaso grande, y me abandoné a la dulce idea de llegar un poco más tarde a la redacción. Me di el lujo de no mirar el reloj en un rato y de fantasear con la idea, por qué no, de que algunos de esos muchos ochos, podría ser ¡mi ocho! Este año, a diferencia de muchos otros, el Gordo traía el premio más alto de la historia, aunque también el más improbable de acertar.

Cuando llegué a España no entendía esa rara ludopatía decembrina comandada por crupieres menores de edad vestidos con trajes de orfanato. No entendía el eco chillón de los números que recitaban. Ya gobernaban los socialistas y recuerdo que, entonces, el terrorismo era uno de los temas que más preocupaban a los ciudadanos. El año en que llegué a España fue la navidad de la explosión en el párking de la T4.

Este jueves, en el bar, han escogido Antena 3 para ver el sorteo de Navidad. Trozos de la tertulia de Espejo público se alternan con los niños de San Ildefonso. La rima numérica se confunde con el debate acerca del tren de ministros que Mariano Rajoy, el nuevo presidente de Gobierno, recién dio a conocer la noche anterior.

Hace seis años, un décimo de Lotería costaba lo que hoy, 20 euros, pero con diez euros era posible comprar un billete de metro de diez viajes (su valor era, 6,10), una cajetilla de tabaco (2,40) y un café (antaño, entre 0,80 y 1 euro). Hoy, apenas y es posible comprar la primera de las anteriores tres cosas, es decir, el bono bus, que ha pasado a costar 9,60. El tabaco ahora cuesta, dependiendo de la marca entre 4,10 y 4,40, y el café entre 1,25 y 1,80.

Hace seis años, un libro podía costar entre 16 y 18 euros, ahora están entre 22 y 25. La tasa de desempleo en aquel entonces, 2006, era de 8,3%, la más baja desde 1979, es decir, 1.810.00 parados. Hoy, la cifra llega a 4.420.462, según los datos publicados por el Ministerio de Trabajo en noviembre de este año.

Desde el comienzo de la crisis económica, en 2008, han cerrado 300.000 empresas, la mayoría de ellas pymes. Hasta la fecha, más de 60 medios de comunicación han desaparecido, entre ellos el canal CNN+, y se calcula que, entre cierres y ERE, el número de periodistas en paro supera los 10.000.

Miro a mi alrededor en el bar. La gente que como yo espera que su número salga premiado tiene peor ver que otras veces. Una mujer mayor, con el cabello sucio, sin teñir y un abrigo de peluche. A su lado, un hombre de peluquín y coñac madrugador. Dos ruidosos albañiles, los únicos que no parecen ociosos dentro del conjunto de clientes. Una joven esteticista con exageradas uñas que ha comprado una participación a su tía en Murcia y yo.

Justo antes de cantar El Gordo, que este año caerá más temprano que otras veces, recibo el mensaje de un amigo. Esta mañana en su empresa han comenzado a repartir cartas de despido, un anticipo de reyes. Veinte personas que entre un universo total de 200 podrían perder su trabajo y en uno mayor, repartidas a una entre 75.000, podrían ganar la Lotería. O lo que es peor, 20 personas que podrían perder ambas cosas. O contentarse con no entrar en ninguna de las dos posibilidades. Lo difícil, en ese caso, es que no te toque ninguna de las dos, ni la lotería ni el paro.

Miro el café y luego la portada del diario El País, que anuncia la pronta llegada de Ana Botella a la Alcaldía de Madrid tras el inminente nombramiento de Gallardón como ministro del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy. Un chico con trenzas en el pelo me dice que si eso ocurre se mudará de ciudad. Sonrío. Pido la cuenta y salgo a la Plaza Tirso de Molina, que esta mañana luce nublada y está más fría que otras mañanas.

Al llegar a la redacción me enteraré de que el Gordo lo han cantado mientras viajaba en el metro. En el tiempo que duró mi viaje en el subterráneo, tres músicos distintos interrumpieron tres veces el trayecto para tocar con tres instrumentos distintos –un piano eléctrico, una guitarra y un acordeón- un repertorio en el que coincidía una misma canción –I will survive- ante las cuales los mismos viajeros hicieron lo mismo: no dar ni una moneda.

Reviso las previsiones de la Agencia EFE para el día. Abunda la lotería, anticipos para el Consejo de ministros de mañana y un anticilón que traerá una ola de frío en la península. Lo difícil, ¡ay!, es que no te toque.

3 comentarios:

Antonio Díez dijo...

genial retrato!... si llevas en españa tan poco tiempo como dices es evidente que eres muy observadora: bravo!

Miguel Fernández dijo...

Este post lo he conocido por Ernesto Lotito y me gusta. El facebook tiene sus bondades.

Sobre todo es ágil en lo del camarero y Ana Botella. En el ritmo de contar algo ya sabido. Además veo que no te pierdes las maravillosas calles con cuesta de Tirso, donde hay más vida que en el resto de la ciudad, donde está la diferencia, donde se puede hablar con cualquiera y comprender un poco más los retazos de esta vida, a veces tan injusta que nadie lo comprende si no visita estos barrios... Un placer, y si quieres hablar y criticar más conmigo te djo mi twitter: Miguel Fernández (twitter:@MFIjournalist)

La KSB dijo...

Miguel: mugísimas gracias. Antonio, también para ti, gracias a los dos por detenerse en estas crónicas que andan un poco anémicas últimamente,