Es el miércoles de una semana electoral. A pocas manzanas, en el kilómetro cero de la ciudad, cerca de 25.000 ciudadanos acampan en la Puerta del Sol. Ellos piden cambio; un cambio. De sistema, dicen. Y lo hacen a viva voz, tendidos en carpas. Organizan un raro Woodstock de parados, pensionistas, autónomos, viejos y jóvenes, comecandelas y derrotados, escépticos y militantes. En Cibeles, puertas adentro, en un anfiteatro del Palacio Linares, una mujer habla, por videoconferencia, a un auditorio.
Tiene la melena negra, asilvestrada en dos enormes trozos de cabellera separados entre sí por una raya blanca que afina aún más su delgado rostro. Es el miércoles de una semana electoral en España mientras, atrapada en una pantalla de 60 pulgadas, una mujer habla de su país. Y lo hace al otro lado del océano.
Su voz de acento habanero retumba en la sala a oscuras. Hoy, como en 2008, cuando le fue otorgado el Premio Ortega y Gasset por su blog Generación Y, Yoani Sánchez, filóloga y bloguera cubana, no puede estar presente físicamente. Se lo impide el gobierno castrista. Hoy, como todos los días de su vida, Yoani Sánchez se existe ante nosotros gracias al milagro del lenguaje. Se las arregla ella sola con las palabras. Palabras simples, esenciales; rotundas como un mantel blanco para una mesa sin platos:
“Los cubanos que hemos descubierto que es twitter, esta maravillosa herramienta para describir la realidad en 140 caracteres, no nos podemos permitir la frivolidad de enviar un mensaje al estilo qué bueno está el café o qué nubes más lindas están tapando el sol. Nuestra comunicación con el mundo es siempre de urgencia, especie de SOS no sólo para narrar nuestra vida sino construirnos un escudo protector que permite que hoy Yoani Sánchez esté aquí con ustedes por primera vez en cuatro años, desde que tengo mi blog generación Y. Ha sido un camino muy difícil pero me parecía que darme la posibilidad de interactuar con ustedes era una manera de darme energía para continuar trabajando (…) Esos mensajes que han salido repudiando las violaciones a los derechos humanos y los oprobiosos mítines del Gobierno cubano que se repiten a lo largo de la geografía nacional contra los que piensan diferente, esos caracteres nos han salvado (…) Todos ustedes los que están ahí, al otro lado de la pantalla escuchándome en este momento, son mi protección fundamental, no solamente mi escudo sino el de otras personas (…) "
Después de terminar su carrera como filóloga en La Habana, Yoani Sánchez había comprendido dos cosas que, contadas por ella, resuenan como un bofetón. “La primera, que el mundo de la intelectualidad y la alta cultura me repugnaba y la más dolorosa, que ya no quería ser filóloga”. Después de dos años en Suiza, Yoani Sánchez volvió a La Isla. Comenzó a trabajar como informática. En 2004 fundó la revista de reflexión y debate Consenso. Tres años después escribió la primera viñeta de Generación Y, un Blog, que como ella misma explica, está inspirado en gente como ella, "con nombres que comienzan o contienen una i griega", un blog de cubanos nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, “marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración”.
Para conectarse a Internet, actualizar su blog y emitir los datos que recoge en su constante quehacer ciudadano, Yoani Sanchez hace milagros. Y los hace semanalmente. Actualiza las entradas de su blog gracias a las diligencias de un tercero que pueda subirlo a Internet -la red de la que dispone Yoani en Cuba está controlada por el gobierno- y envía mensajes por twitter conectándose a través de un número de móvil. Escasamente puede responder a quienes le comentan. Es, como dice ella, “una bloguera a tientas y una twittera a ciegas”.
El evento en el que esta mujer habla está dedicado al uso de las redes sociales y los derechos humanos. Participantes presentes física y virtualmente pueden preguntar lo que deseen. Y en el twitter un espeso y raro oleaje de difamaciones se tejen contra Yoani Sánchez, sospechosa ante el gobierno cubano, sospechosa ante quienes la creen un objeto del régimen para aparentar alguna escamoteada libertad, sospechosa siempre. Siempre.
Ante la pregunta sobre los moratones que semejantes golpes hacen en su ánimo cimarrón, la cubana responde: “En la medida en que cuento lo que digo me protejo. Y sí, mucha gente puede pensar de mí lo que gusten y decirlo, pero muchos de esos comentarios provienen de las Brigada de respuesta Cibernética del Gobierno. Quizás algunos comentarios en mi contra sean espontáneos, seguramente, pero otros son de policías que insultan”.
En unos minutos va a apagarse la luz. Se dará por cerrada esta conversación. La pantalla de 60 pulgadas en la que esa mujer de cabello oscuro esparce, por momentos, su calma brava y valiente, va a apagarse. Yo me iré a casa. Ella seguirá lanzando botellas al mar. Ese montón de agua salada y amarga que rodea las islas y los corazones.
4 comentarios:
Sra. Sáinz, yo siempre he desconfiado de Generación Y. Me parece demasiado heroico, demasiado convenviente, demasiado película de espías. Nunca he podido dejar de imaginarme al propio fidel castro redactando los posts que luego firma como Yoani Sánchez mientras se ríe.
Por otro lado, la relación de España con Cuba es, por decir lo menos, perversa. Le prenden velas a la arriesgada autora de un blog a la vez que apoyan a los hermanitos castro. Cuánto horror.
Un beso.
Yo me lo creo. Porque no veo la utilidad de semejante vueltón.
Total y absolutamente, señor Roberto. Venga un abrazote.
Nosotros no vemos la utilidad porque somos personas normales, Sra. Sáinz. Pero el mundo está lleno de gente mala. Abra los ojos y desconfíe, Sra. Sáinz.
Abra los ojos y desconfíe siempre de todo cuanto luce tan bello y tan reconocido.
Mi querido Roberto: hay que luchar duro contra los malos, pero aquí tengo mis dudas del bando. Yo creo en esta mujer. Creo en ella. Por muy diversas razones y personas, creo en ella.
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