El Premio Herralde de Novela 2010 narra la historia de un hombre que deberá suplantar la identidad de un líder político asesinado para luchar contra el régimen autoritario en la imaginaria República de Miranda
Pedro Akira tendrá que morir más de una vez. Sólo a través de todas sus muertes, reales o ficticias, el lector será capaz de saberse testigo en un más allá permanente; una batalla perdida de antemano. Eso es Tres ataúdes blancos (Anagrama, 2010), del colombiano Antonio Ungar (Bogotá, 1974), una novela para leer a solas –a veces con rabia, mucha rabia- y en el silencio suficiente para percibir su estructura impecable, su prosa combustible y poética furiosa.
En Tres ataúdes blancos, Antonio Ungar se muestra ya no como el potente narrador de Zanahorias voladoras (Alfaguara, 2004), su primera novela, sino como una versión mejorada y más adulta de sí mismo. Encuentra una voz sólida, dueña de su ira, a través de la cual da vida a José Lázaro, este hombre gris y de extraordinario parecido físico con Akira, que saldrá de los suburbios de la clase media para hacerse pasar por el candidato opositor asesinado de tres disparos poco antes de comenzar la campaña presidencial.
Lázaro emerge así como un único narrador-hombre, diferente del niño-narrador de Las orejas del lobo y los anteriores libros de cuentos De ciertos animales tristes (2001) y Trece circos comunes (2000) que había servido a Ungar para verter en la literatura el que ha sido su tema central: el país como herida y equipaje; como piedra y familia; como rabia y parentesco. Colombia, que rebrota como una fiebre en esta novela.
Aunque haya sido mil veces contada, la violencia política adquiere otra dimensión en Tres ataúdes blancos. La ceguera ciudadana, los oscuros mecanismos del poder y sus desaguaderos cobran forma a través de una república autoritaria ficticia llamada Miranda. Aporreada durante años por “Guerrillas Estalinistas” (así llamadas en la novela), el narcotráfico y grupos paramilitares, Miranda vive bajo el control del permanentemente reelecto presidente Tomás del Pito, en cuyo retrato, si bien parece aludirse al uribismo, caben también otros gobernantes y tiranos de América Latina. Esos eufemismos, que Ungar utiliza con deliberada obviedad, se verán justificados en el doblez del manuscrito dentro del manuscrito.
Esta novela es un experimento narrativo. A diferencia de sus libros anteriores, donde abundaban las imágenes poéticas, Ungar no escatima en acciones y hechos que logran la polifonía. Para quienes puedan ver, en un momento específico, más que lógicos ecos de La pequeña vendedora de prosa, de Daniel Pennac –con quien Ungar a veces comparte rasgos-, se precipitan. Esta novela sobrepasa el ejercicio de Malaussène. Y lo supera. Blanco es el color de los ataúdes comunes. De los muertos en masacres. Es un color cierto, incontestable. De ahí que la novela resuene. Estalle. Enceguezca.
Texto publicado en la revista MONO (Caracas, febrero 2011)
4 comentarios:
y esta en amazon? que por estos lares la literatura en castellano no es siempre fácil de encontrar. besos
Estoy segura de que está en Amazon, de hecho, en uno de los links... está uno de sus libros en Amazon. Este escritor es muy pero muy bueno. El comienzo de su novela "Zanahorias voladoras" es una belleza:
"Mi hermana está sola de este lado de la cerca, de pie sobre la tierra
roja, bajo la luz del mediodía. Yo la miro desde las columnas del
patio. Ella ha hecho algo prohibido y sin dudarlo un instante ha
caminado hasta el límite de la cerca para demostrarle al mundo (a mí, al
silencio del jardín) su ilimitada fuerza y su seriedad. Tiene tres años mi
hermana. Yo cinco. Ella se ha untado la miel que ha dejado mamá en la
cocina: los brazos, las piernas bajo el vestido corto, dos manotadas de miel
se ha puesto en las mejillas. Y ahora, sola, en medio del jardín, bajo esa luz
total, deformada por el calor que sale de la tierra y nos separa, desafiando
al mundo, espera. Poco a poco su cuerpo empieza a trasformarse, haciéndose
más grueso y más oscuro. Miles de abejas de los jardines vecinos, de
los panales en las copas de las ceibas, de los guayabos, se dirigen al cuerpo
de mi hermana que sigue quieta como un tótem, desafiando el sol y las
humaredas, desafiando al trópico entero con su quietud y su seriedad de
niña. Yo siento que me voy a ahogar de miedo y de dicha por estar participando
de ese ritual, que me voy a desmayar de admiración por esa niña
que ya no es una niña sino un cuerpo rígido sobre el que caminan sin
picarla (ninguna la ataca, como conociendo su poder) miles de abejas que
saborean la miel, una sobre otra, un enjambre de pequeños seres vivientes
agitados, enloquecidos, que deforman a mi hermana y la hacen mágica,
imponente, de pie y quieta en medio del jardín.2
Hola La KSB soy Antonio de Orgullo Benfiquista y me gustaría hacerte una entrevista para mi blog para saber más del de tu blog el Dorsal 14, si te interesa contéstame y te mando mi correo para hacerte las preguntas me las contestas y lo público en mi blog que te parece?? Sin compromiso ninguno si quieres ok
Un saludo
Claro que sí Antonio, con muchísimo gusto. ¡Cuando quieras!
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