En la acera de Francisco Silvela con Eraso vive una mujer invisible. Apoya sus rodillas sobre un cojín azul rey. Viste falda oscura, larga coleta y pesadas ojeras. No se mueve nunca, o casi nunca, y aunque lo hiciera, nadie lo notaría. Quizás por eso no sonríe, ni grita; no gruñe ni maldice. Quizás por eso se siembra en el cemento como un poste cabizbajo. Son las nueve de todos los días y su cara acude, puntual, dándose por vencida, dejándose hacer por el viento frío, resignándose a su transparencia. Que sus uñas estén sucias, su bufanda sobada por el sudor y los ojos hundidos en el fondo de la acera, no nos distingue la una de la otra. En esta acera sólo florecen las papeleras. Pero nos da igual, ¿cierto?
En Francisco Silvela con Eraso, vive una mujer invisible. Los viandantes apenas la notan, no necesitan esquivarla si quiera. Ella está ahí, ocupadísima en no existir. Una moneda cae y estropea un poco más el vaso de cartón vacío. Yo sigo, ocupadísima, caminando invisible hacia ningún lugar
3 comentarios:
Como cada mañana...
Muy lindo. Tienes mucha sensibilidad.
Te felicito...
Chau!
Te recomiendo veas el final de la pelicula el "Hombre Invisible"
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