Un hombre de barba negra y guitarra aparece acompañado por cuatro músicos (*). Todos juntos se hacen llamar The New Raemon, aunque sólo él responde al nombre Ramón. Y no sé si le ha prometido a alguien convertirse en una nueva y mejorada versión de sí mismo, pero desde hace dos años este sujeto que nunca mira el fútbol y quiere dejar de fumar anda por ahí haciéndose llamar “El Nuevo Ramón”. Son las diez menos cuarto de la noche y llevo más de un mes esperándole. Ahí está, en el escenario de la Sala Heineken, transparentándose de palidez bajo una luz seguidora.
Su primer disco como The New Raemon, A propósito de Garfunkel (2008), dicen algunos, lo editó para recuperar a su chica. Eso explicaría por qué Ramón Rodríguez (Barcelona, 1976), el pálido líder de Madee y Ghoul ‘n Ghosts, tomó la decisión de inventarse un nombre con aureola redentora, que sería como decir “de ahora en adelante me llamaré Samuel no lo volveré hacer”. Pero un señor con los ojos almendrados y una barba tan espesa, capaz de escribir canciones inspiradas en las antiguas jugueteras como la Tente (Hundir la flota), sus razones tendrá.
Aunque visitaron Madrid el 26 de marzo de 2010 para promocionar su nuevo disco La dimensión desconocida (2009), Ramón Rodríguez y sus cuatro músicos comenzaron la noche con un chute, La Cafetera, la canción número uno de su primer álbum: A propósito de Garfunkel. He aquí una pausa necesaria para explicar el palabro Garfunkel y su función de gentilicio, es decir, Garfúnkeles, extensivo a desplazados, exilados, repatriados o refugiados existenciales.
Garfunkel. Dícese de … No sé si en efecto tiene algo que ver con los desencuentros del dúo de Folk que formaron Paul Simon y Arthur Garfunkel –si se escucha la canción Tú, Garfunkel, el sentido común sugerirá que en algo tendrá que ver-, pero el asunto da para bastante más. Más que una palabra, Garfunkel supuso un lugar fantástico y enternecedor para la discordia, las rupturas y su repertorio de escayolados sentimentales.
Garfunkel resume la textura y la atmósfera de The New Raemon. Es el sello de un perfecto melancólico capaz de administrar humor en lo patético, como si su voz hiciera más livianas las palabras que al resto nos resulta imposible sostener, incluso callados.
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Eso explica porqué las bocanadas de Garfunkel dan oleaje a todo. A los vagones de metro, las bibliotecas infectas de noche y silencio, las barredoras que cepillan las aceras en las madrugadas, los ordenadores mudos, los tiovivos clausurados bajo lonas y las calles llenas de chicos con camisetas a cuadros, sudaderas con mensajes y tatuadores aburridos.En la Sala Heineken de Madrid una cachimba imaginaria convierte a la gente en marea, un oleaje que no para en toda la noche. The New Raemon está en el escenario, transparente a veces, azul en otras. Escucho ¡Hoy Estreno! y El fin de la resistencia. Canto como si escapara de los pulmones el humo de todos los cigarros que he fumado desde los doce y los que me fumaré en el resto de esta vida. No le veo bien el rostro, pero Ramón Rodríguez parece un ser que podría vivir en un bosque o entre un plantación de bambú. Creo que tiene demasiado vello en el rostro. ¿Viajarán con él sus dos hijas en su barba?
Canta Fuera complejos y El Saben Aquel Que Diu. Pero la razón que trajo a The New Raemon a Madrid era en realidad su nuevo disco, La dimensión desconocida. Así que cada tanto deja de lado Garfunkel y se dedica al nuevo disco, que contiene temas nuevos y las versiones definitivas de muchos que ya habían circulado en el EP La invasión de los ultracuerpos (2008).
No podría recordar el orden exacto. Os mentiría. La primera canción del nuevo disco que creo haber escuchado en el concierto fue Por tradición, porque es una de mis favoritas de ese album raro, tan british y no britsh, Raemon triste-oscuro-lluvioso, pero que a veces amenaza con volverse feliz, soleado y dar botes con una guitarra como lo hacía unos minutos antes.
“Por favor, alza la vista y observa bien que aún no es tan tarde,
es bien fácil.
Te cojo mal no te apetece hablar de nada,
Te cojo mal no te apetece hablar de nada,
no me darás el brazo a torcer. Esto es un drama.
Caes en el error de dar un valor a lo superfluo.
Me marcharé y aquí estaré cuando despiertes.
Nada más que silencio y joyas y ahora tú te preguntarás dónde estás.
Aquí me encontrarás ausente, aquí me encontrarás,
Caes en el error de dar un valor a lo superfluo.
Me marcharé y aquí estaré cuando despiertes.
Nada más que silencio y joyas y ahora tú te preguntarás dónde estás.
Aquí me encontrarás ausente, aquí me encontrarás,
valiente,
aquí me encontrarás”.
Canto y me siento parte de una afortunada tribu de desdichados taberneros a los que alguien alegra el día. Encaramada en la barandilla que he escogido para ver mejor, me apetece bajar para bailar y cantar, pero sé que si lo hago es probable que no vea nada en el resto de la noche. Permanezco en mi sitio. Sólo me quedaba un cigarrillo y ya me lo he fumado.
Canto y me siento parte de una afortunada tribu de desdichados taberneros a los que alguien alegra el día. Encaramada en la barandilla que he escogido para ver mejor, me apetece bajar para bailar y cantar, pero sé que si lo hago es probable que no vea nada en el resto de la noche. Permanezco en mi sitio. Sólo me quedaba un cigarrillo y ya me lo he fumado.
Como dije, no estoy segura (*)(*), quizás la primera canción que interpretaron de La dimensión desconocida no fue ésa sino Sucedáneos o La siesta, un tema con el que uno podría viajar conduciendo hasta Sausalito o mecerse en un columpio. Da igual, con el Raemon todo es posible. Hay alguien que insiste en que cante Te debo un baile, una versión en vals del tema de Nueva Vulcano que ha incluido en Cuaresma, un EP –seré redundante, precioso-que editó en febrero de este año.
Pero el nuevo Ramón se resiste. Sospecho que ha olvidado algo en su barba (¿la baldosa?) y por eso no canta la canción que algunos insistimos en pedir. En su lugar, interpreta Tú Garfunkel, un tema que el público entero escogería como himno si en ese momento hubiese que declarar la sala Heineken una República.
La gente no decide lo que ocurre (ni esta ni otras veces). Deja de ser oleaje y alcanza el nivel de marea. Imagino a los tres marineros de Martín Romero, uno con largavista, el otro con guitarra y el tercero, a cargo del timón. El coro de mar aúlla. Y lo hace a todo pulmón. Sospecho que a todos nos ocurre lo mismo y por eso estamos aquí. Porque escuchando las canciones de The New Raemon nos hemos descubierto de pie, mirando el mismo tiovivo clausurado bajo una lona, al tatuador aburrido o la alucinación cotidiana de turno. Todos hemos visto a la bailarina de la plaza de la Virreina y hemos ordenado el desván en Dublín. Todos hemos estado metidos allí, cuerpo a cuerpo, con el chino del oso panda.
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(*) En esta ocasión Luís García Márquez (Bajo y voces), Francis Matas (Batería), Marc Prats (teclados) y Pablo Garrido (Guitarra)
(*) (*) El Setlist completo del concierto (cortesía de Ricardo González) fue: La Cafetera, Sucedáneos, Variables, Estupendamente, Por Tradición, ¡Hoy Estreno!, El Fin de la Resistencia, Mesa Redonda, La Siesta, Dramón Rodríguez, El Cau del Pescador, Fuera Complejos, Mano Izquierda, El Saben aquel que Diu, Tú, Garfunkel, Mil Gracias, Vale por Todo lo bueno
(*) (*) El Setlist completo del concierto (cortesía de Ricardo González) fue: La Cafetera, Sucedáneos, Variables, Estupendamente, Por Tradición, ¡Hoy Estreno!, El Fin de la Resistencia, Mesa Redonda, La Siesta, Dramón Rodríguez, El Cau del Pescador, Fuera Complejos, Mano Izquierda, El Saben aquel que Diu, Tú, Garfunkel, Mil Gracias, Vale por Todo lo bueno