viernes, 26 de marzo de 2010

Si supieras que nunca he estado en Londres, volverías de Tokio



Por ahora lo único que tiene previsto es escribir mejor. Me parece una respuesta lúcida y sensata, una respuesta que me coge por sorpresa. A primera vista, todo en ella me gusta, excepto la marca del tabaco que fuma, pero eso no viene a cuento. Es un detalle lo suficientemente irrelevante como para no escribirlo, pero no puedo evitarlo. Soy fumador y el tipo de tabaco me habla de quien lo fuma. Si consideramos que llevo 45 minutos fumando en una sala blanca, son muchas las cosas que podrías especular mirando un paquete de Nobel.

El resto de esta chica genera un raro magnetismo: las primeras páginas de su novela, la transparencia de lo que cuenta y la forma en que lo hace, sus manos sin anillos y la costumbre confiesa, según ella, de no durar más de un año en ninguna oficina. Me siento peligrosamente identificada con esta mujer de la que en mi vida he escuchado hablar, tanto que comienzo a fumar más de la cuenta. Se llama María Sirvent, nació en 1980 y presenta su primera novela Si supieras que nunca he estado en Londres, volverías de Tokio, recién editada por El Aleph.

Han escogido el Hotel Kafka para presentar la novela. El lugar tiene un tufillo a circo romano, a arena de gladiador amateur caído y destrozado por sus feroces compañeros de taller literario. Hay una fuente de libros y magdalenas en la entrada. Hace muchísimo frío y un patibulario grupo de periodistas hace tiempo mientras se alarga la espera hasta que lleguen más periodistas. La mayoría de ellos lleva americanas oscuras y hacen preguntas que contienen las palabras joven, escritor y generación nocilla. Me apetece tirar de las orejas a uno de los apolillados oradores, que bien podría ser mi abuelo, pero no lo hago. Soy cobarde y fumo demasiado.

El personaje de la novela se llama Ágata Ponce. Es una tierna y entrañable arpía. Acude todos los días a su oficina con el firme propósito de que su jefa la eche a la calle y hace todo lo posible por conseguirlo. O eso dice ella. Mientras tanto, se pasa el día escribiendo simulacros de correos electrónicos a su ex pareja, Jochi, que vive en Tokio.
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En plan Molly Bloom (por lo irrefrenable y precipitado de su monólogo-narración), Ágata teje y desteje una red de fantasías, componendas, conspiraciones, amoríos y flirteos. Insisto, se trata de una jocosa arpía que termina por enternecer o deprimir. Se trata sólo de "leerla-escucharla" allí, anodina, con sus camisas de tirantes, su odio y asco ante el mundo, todo el tiempo tecleando improperios y armisticios frente al ordenador de su oficina, como si en realidad, en lugar de escribirle a Jochi se mirase ante un espejo.

A la presentación de su libro ha venido Ray Loriga, el escritor de brazos tatuados, cejas furiosas y novelas fulminantes. “No es una novela a la moda de nada”, dice el padrino Loriga sobre una historia cuya “apariencia de normalidad” parece la capa de caramelo de una golosina más elaborada. El lenguaje es transparente, con una oralidad de relojería en la que todo funciona como si no costase trabajo alguno poner en marcha el mecanismo. Quizás lo que más repele y atrae de esta novela sea lo verosímil, lo políticamente incorrecto y lo incómodo que podría resultar verse reflejado en una persona como Ágata:
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“Hola, Jochi:
No te lo vas a creer, pero te estoy escribiendo. De un tiempo a esta parte, tu dirección de correo me ha valido para sacar lo mejor de mí misma. Ya no eres un ser humano, sino una amistosa dirección de correo electrónico a la que le cuento mis planes y algún que otro resquemor. To: Jochi. Eso es lo que eres. To: Jochi. Nada más que un botón de enviar. No me acuerdo de tu cara ni de tus manos ni de tu guitarra. Cuando pienso en ti lo único que veo es la opción `guardar en borradores´. Hay que ver cómo has evolucionado de un tiempo a esta parte. Antes ibas a la papelera de reciclaje directamente, así que no te puedes quejar, has encontrado tu sitio”.

Y no se trata de que esta novela sea una epopeya de la mujer abandonada. Un best seller de pobrecita mía de armas tomar o un subproducto Maitena para el verano. O al menos esa no es la impresión que me llevo en una primera y veloz lectura. Hay humor negro, crueldad y suficiente mala leche como para envenenar a una buena parte de los lectores. Pero no creo que se limite a eso. Creo, como dijo el escritor de cejas furiosas que ese día no lo parecían, que Ágata Ponce está terrible y deliberadamente sola. Por eso escribe “para encontrase a sí misma”.

No sé muy bien qué hacer con esta novela. Se me ha cruzado en un momento de sobreexposición a John Fante y el vino de Angelo Musso. Una de las últimas preguntas que le hicieron a María Sirvent antes de que me marchase de allí sin darle un tirón de oreja a ninguno de los periodistas apoltronados en sus sillitas, tenía que ver con cuáles habían sido sus lecturas. Resulta que la chica estaba obsesionada con Roberto Bolaño. Entonces me di cuenta de que ya había escuchado suficiente. No puedo evitarlo. Hay coincidencias, por más triviales y predecibles que parezcan (Bolaño en un pajar) que me ponen nerviosa.
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Sólo me quedaba un cigarrillo. Me lo fumé de camino a la estación de metro Alonso Martínez.

9 comentarios:

  1. Yo fumo Nobel con exclamación dentro de la O. Como también me fumo a personas infumables (soy comercial altamente anicotinada) he cogido la bonita manía inconsciente de diseccionar a la gente por como da la mano o se rasca el culo, así que no tengo nada que objetar de tus particulares disecciones.
    Ahora bien caso contigo cien por cien con lo del magnetismo. Alguien magnetico hace cosas magneticas (incluso algo tan vulgar como fumar nobel) y la novela no puede ser menos.

    Saludos

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  2. Yo fumo Nobel con exclamación dentro de la O. Como también me fumo a personas infumables (soy comercial altamente anicotinada) he cogido la bonita manía inconsciente de diseccionar a la gente por como da la mano o se rasca el culo, así que no tengo nada que objetar de tus particulares disecciones.
    Ahora bien caso contigo cien por cien con lo del magnetismo. Alguien magnetico hace cosas magneticas (incluso algo tan vulgar como fumar nobel) y la novela no puede ser menos.

    Saludos

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  3. Noelia no tengo nada en contra de los Nobel, es que me gusta el tabaco fuerte y el nobel me resulta muy suave (fumo Marlboro rojo). No es nada personal, sólo una necia manía de alguien que, como dije, es cobarde y fuma demasiado.

    Así que refiriéndome a lo verdaderamente importante: si puedes conseguir esta novela, búscala. Es muy buena.

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  4. Nada más que un botón de enviar. Esta frase me ha hecho pensar. Con esto de internet y las redes sociales, hay que tener cuidado porque las personas se despersonalizan, se vuelven un objeto más. Y así como los objetos, unos los puede eliminar o agregar sin más. Son seres anónimos, fantasmas, que uno tiene en su lista de correos, con quienes se comunica de vez en cuando y a veces nunca. Pero eso seres anónimos son personas con sentimientos, sufriendo en silencio, quizás, por la ignorancia y el rechazo de algunos.

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  5. Bueno, tanto como apolillado... mire usted que yo anduve fumando camel y mi pregunta de las lecturas iba con muchísima intención.

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  6. Oh Oh.... creo que ya sé quién es usted. Ya lo recuerdo.

    No tengo nada contra El Camel ni las preguntas con intención. ¡Alabada sea la desconfianza!

    Además, usted no podría ser mi abuelo, por lo tanto, no puedo adjudicarle polilla ni apoltronamiento alguno. Lamento si se sintió aludido. Por favor, acepte un Marlboro rojo metafórico como bandera blanca.

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  7. Bien entonces, por el Marlboro de la paz.

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  8. Maria Antonieta: Algo de eso tiene, pero tambien es cierto que da para mucho. O no? Bien utilizado puede ser uninstrumento genial. No crees? Palabra de Hikikimori. (Imagina que hay acentos, cuando USO el Iphone, las tildes se las lleva el viento)

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