martes, 16 de marzo de 2010

El musiú (*) del Sr. Chinarro



Augusto es imbécil, pero me enternece la tarde el musiú con su insolación y sus pendejadas. Que su empleo sea amar a Augusta. Que su muerte sea ahogarse en la costa de Puerto Cabello, en el apellido de esa mujer nacida de las aguas, me parece una fanfarronada del Sr. Chinarro y una maravilla para un Ribera que no es ni del Duero ni es nada, pero que me bebo porque no me queda otra.

Socorrismo es la historia entre Augusto y Augusta. Él, de Valencia, España. Ella, de Valencia, estado Carabobo, Venezuela. Él es un ingeniero. Ella, nunca queda del todo claro, es nadadora, bailadora de flamenco o prostituta, a fin de cuentas, una mujer imponente a la que apetece imaginar contada por Augusto, el babeante musiú que termina viajando a la tierra de esta María Lionza sin danta.

“Para Augusta era un caso frecuente el del tímido distraído, de manera que él pronto sintió que había encontrado un nuevo empleo: amarla, amarla con su cuerpo acostumbrado a una hora de sexo que pasaba cada vez más rápida, con unas fantasías que explotaban en la lengua a la manera de un capricho tan absurdo como un peta-zetas”.
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Pasan páginas y uno se imagina a Augusta sesear y al musiú dejarse decir. Que el calor sea necesario y los lugares remotos. Que esta pareja sea absurda, como su fin, es una trastada para la que Chinarro no nos prepara ni nos anestesia y he allí, quizás, lo mejor de Socorrismo: que nadie acuda en tu ayuda.

Paso los dedos por la coquetísima edición de la colección Alpha mini de la editorial Alpha Decay, que le ha tomado la palabra al Sr. Chinarro al publicarle su primer volumen de cuentos. Trato de acicalar las esquinas de mi ejemplar. No me gusta que los libros pierdan su forma después de terminar de leerlos.

Faltan 45 minutos para que comience el Barcelona Valencia. Me ha gustado el libro del Chinarro, este tío que ya me gustaba como músico, pero al que en la entrevista del número de marzo de Quimera -no sé si porque parecía "dedicar tanto tiempo a estar ausente"- le cogí un poco de idea. Alguien que escribe El Gran Poder no puede ser tan distante. Olvido la entrevista y la carne de caballo que comieron entrevistado y entrevistador. Vuelvo a empezar a leer su libro, con todo y La mina, la cianuración, el Atlético Minero y su musiú incluido.

No sé si es el mejor Antonio Luque como dice la contraportada del volumen. Yo a ese señor no le conozco. Al Sr. Chinarro sí. Ese sé quién es, un tipo muy raro que de pronto se pone bruto, ingenioso, fanfarrón y otras muy tierno, sencillo y poeta de uñas sucias currantes y me da a mí que fumadoras (porque me dio la gana, y punto). Ése sí sé quién es, por algo caminé de Felipe II hasta Alcalá 42, y de ahí hasta el número 17 de la calle Fernando VI .

Tan extraño es que una cigarra pueda pasarse el verano tocando la guitarra como que unos hombres abran galerías en la tierra, como hormigas hacendosas, en busca del sustento necesario para cualquier estación del año”, así empieza –al estilo Florentino y el Diablo- el Señor Chinarro las líneas de una historia que se desarrolla en un pueblo minero. Y no sé por qué demonios me siento leyendo, de pronto, Oficina número 1, si Otero Silva y este hombre de El Palo, Málaga, no tendrán en común sino el Au de la tabla periódica, y eso “por rizar el rizo, como si fueran poetas”.

Llego a la mitad del volumen. Son sólo estos dos relatos. “Augusto encontró la coincidencia con el nombre un buen motivo para confundirse con la noche de la manera más vulgar”. El Ribera es un asco. No me lo voy a beber. Pido un café. Después otro. Cuando alzo la vista me doy cuenta de que el Barcelona lleva diez minutos de juego contra el Valencia. Yo he terminado la tercera lectura. Augusto es imbécil, lo sé. Pero qué más da, si el musiú me enternece la tarde con sus pendejadas, aunque nadie acuda en mi ayuda o la suya.


(*)Musiú. Dícese de la forma coloquial en la que los venezolanos se refieren al extranjero –puede ser anglosajón, europeo, nórdico, da igual- de tez blanca y costumbres manifiestamente distintas. Cabe destacar que el venezolano se asombra ante lo foráneo como curiosidad venerable y, por ende, deseable. Se supone que la palabra musiú deriva de una criollización del monsieur puesto de moda por Guzmán Blanco y sus delirios afrancesados en pleno siglo XIX. Sin embargo, su popularización como vocablo data de los años 40 y 50 del siglo XX, con la inmigración europea, especialmente española, italiana y portuguesa. De hecho, existe un dicho popular utilizado para referirse a quien peca de soberbio o prepotente, y que tiene por base el mestizaje cultural y social que produjo la mezcla del “musiú” con la mujer criolla. “Estás como negra preñada de musiú” alude a la expresión de quien se cree más que el resto, o cree gozar de privilegios.

4 comentarios:

  1. Mientras tengas "Llenos de Vida" de Fante por ahí escondido en la foto y Marlboro rojo para salvarte la tarde en caso de emergencia creo que todo estará bien. Ya me quedará investigar que tan pendejo es el fulano Augusto, el Ribera si no lo pruebo ni de vaina.

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  2. Saúl lo de Fante es un asunto delicado, de mucho cuidado. Empece con Al Oeste de Roma, seguí con Llenos de vida y Suenos de Bunker Hill. Ahora tengo en mi poder La hermandad de la uva y Preguntale al polvo. No pienso parar de leerlo hasta dar cuenta de todos sus libros. Y com Chinarro, dale. En serio. Metete en su space si no lo has escuchado y el libro, te lo puedes leer en cualquier librería si eres un lector veloz.

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  3. Graciela qué alegría me da no sólo que te detengas a leer las líneas locas de este blog, sino que me dejes unas líneas. ¡Muchísimas gracias!

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