Filipinas, un complejo archipiélago en el cual cerca de dos tercios de la población vive por debajo de la línea de la pobreza y que hasta hace apenas 20 años enfrentaba, todavía, la fuerte y obscena tutela política norteamericana, la cual tuvo su final simbólico, en 1991, cuando la erupción del volcán del Monte Pinatubo precipitó el cierre de la base aérea norteamericana de Clark, pero no por ello la clausura definitiva de una influencia aún demasiado palpable y combustible -quedan cerca de 30, además de un régimen especial de "visitas" del ejército norteamericano extensible a un mes-.
Dispersa en conglomerado de más 7100 islas , el 94% de la población filipina vive en 11 de las islas más importantes, entre ellas Manila y Mindoro, al Sur Este Asiático. Se trata de un país de 93 millones de habitantes, que hasta la década de 1980 vivió fuertemente dominado por la dictadura de Ferdinand Marcos y que logró una Constitución Nacional en 1987, después de un traumático proceso político que costó la vida de miles de ciudadanos y activistas políticos, entre ellos la de Benigno Aquino, candidato a la presidencia asesinado en 1983.
Hasta la fecha, Filipinas atraviesa un complejo y accidentado quehacer democrático como lo demuestra la movilización insurreccional que desde más de 60 años adelanta el Partido Comunista Filipino a través de su brazo armado, el News People Army. Esta agrupación surgió a finales de los años sesenta en respuesta al régimen predominantemente terrateniente y feudalista de de Marcos. Sin embargo, y a pesar de la caída del régimen dictatorial, el movimiento continuó en sus demandas, no satisfechas, contra los gobiernos de Fidel Ramos (1992-1998), Joseph Estrada (1998-2011) y Gloria Macapagal-Arroyo(2001-2010) Su fortalecimiento alcanzó su punto más alto en los años ochenta, cuando llegó a tener 60.000 milicianos (operaba en 69 de los 80 provincias del país).
Hoy día, a pesar de su progresivo debilitamiento, en 2010, con apenas 4.000 miembros, todavía goza de la fuerza suficiente como para tener en su haber un saldo (insisto, tan sólo en la región de Mindanao, en el año 2010) de 250 ataques con 300 bajas de soldados del ejército filipino. Eso sólo en una región, en un año. El total de muertes de civiles, militares y guerrilleros desde su creación, en 1969, sobrepasa los miles de personas.
¿Un taxi, por favor?
Manila. Nueve y media de la mañana. Un conductor de unos cuarenta años pregunta de dónde somos. Respondemos, a la sazón. Mexicanos. Españoles. Venezolanos. A fin de cuentas, occidentales todos. El conductor remata, con un cierto interés ,que no debe de ser tal. ¿Cristianos, no? Yo prefiero no responderle.
Manila. Nueve y media de la mañana. Un conductor de unos cuarenta años pregunta de dónde somos. Respondemos, a la sazón. Mexicanos. Españoles. Venezolanos. A fin de cuentas, occidentales todos. El conductor remata, con un cierto interés ,que no debe de ser tal. ¿Cristianos, no? Yo prefiero no responderle.
En Filipinas, el 82% de la población es católica, 6% protestante y el 5% musulmán restante padece el sanbenito de estar “representado” en el extremismo religioso de la guerrilla Abu Sayvaf, que, desde hace más de 40 años, lidera un sangriento proceso de independencia en Mindanao, al Sur del archipiélago. En esta zona, el Frente Moro de Liberación Islámica pretende, por la vía armada, la creación de un estado islámico integrado por catorce provincias y nueve ciudades como una reivindicación de lo que originalmente fue el sultanado de Jolo.
Abu Sayvaf ha sido vinculada en más de una ocasión a la Yemá Islamista y Al-Queda y ha contado con ayuda de líderes como el mismo Moammar El Gaddaffi, quien en el año 2000 colaboró como mediador en el secuestro masivo que hizo Abu Sayvaf de 21 personas, en Jolo, a 960 kilómetros de Manila.
Abu Sayvaf ha sido vinculada en más de una ocasión a la Yemá Islamista y Al-Queda y ha contado con ayuda de líderes como el mismo Moammar El Gaddaffi, quien en el año 2000 colaboró como mediador en el secuestro masivo que hizo Abu Sayvaf de 21 personas, en Jolo, a 960 kilómetros de Manila.
Atravesar desde el aeropuerto de Manila hasta Quezon City, menos de 20 kilómetros, toma casi una hora. En Metro-Manila, como se llama al centro de la ciudad, viven cerca de doce millones de habitantes. Una potente maraña de peatones, colectivos rotulados con salmos, ciclomotores, taxis a pedal, puestos de comida ambulante y metros de cables anudados crean un paisaje tan familiar como ajeno, una rara megalópolis tan desordenada como rural en la que la pobreza urbana se impone en imágenes no de uno o dos sino de grupos de ocho o diez indigentes afanados en desguasar electrodomésticos –los equipos electrónicos, junto con la ropa y los hidrocarburos encabezan las exportaciones del país-.
El drama filipino, sin embargo, radica en su fuerza de trabajo. Según cifras aportadas por el movimiento sindical Kilusang Mayo Uno, en 2008, 33 de los 144 casos de asesinatos a líderes sindicales en el mundo ocurrieron en Filipinas. A eso se suma, además, el hecho de que el país posee una diáspora de 4,2 millones de trabajadores en el exterior, la cual aporta más de 2.000 millones de dólares en remesas al año, es decir, mil doscientos millones más de lo que perciben por la exportación de compuestos minerales. Eso, sin contar la completa desprotección de un campesinado que espera, desde 1989, una reforma agraria en condiciones y que en 1995 se vio obligado a enfrentar una crisis de hambre debido al aumento, en 70%, del precio del arroz.
Manila. Doce y media. Hora de viaje número 26. Esta ciudad podría ser familiar, de no ser porque al otro lado del mundo las causas, siempre, son otras. Manila, doce y media. Hora de viaje número 26. Doy una calada al Camel más pesado que me he fumado en mi vida, mientras inspecciono un mapa. Frente al número 130 de Kalayaan Avenue, los coches se agolpan, y una hambrienta cría de cucaracha me muerde el brazo. Tengo calor. Miro el reclamo del hotel. The comforts of your home … in the heart of the city. Y todavía me pregunto, qué tan occidentales (accidentales) serán mis ojos en este otro lado del mundo…
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