domingo, 1 de agosto de 2010
Gerda Taro, corazón miope
La mujer que creó a Robert Capa se llamaba Gerda Pohorylle. Sepultada durante años bajo el apellido del reportero con el que trabajó codo a codo, su nombre emulsiona hoy impuntual. En ocasión del centenario de su nacimiento, 1 de agosto de 1910, Taro volvió a las salas de exposición por su propio pie. Con Taro es muy fácil resbalarse en la jabonosa escalera de lo femenino.
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Es muy tentador que su trabajo nos parezca mejor que el de Capa como una recompensa por los años de sombra. Pero entenderla sólo para cobrarnos una deuda –la discreta omisión que le ocasionó ser compañera sentimental del húngaro y el desinterés o la frívola ligereza que eso pudo arrojar sobre su trabajo- es un error. Por eso quiero hablar de Gerda Taro, para sacudirme el síndrome del Gender studies.
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Si André Friedmann pasó a la historia como el fotógrafo que se aproximaba al sujeto incluso hasta el momento preciso de retratar su muerte, Gerda Taro, con su Rolliflex, se acercó al ser humano hasta el momento exagerado que el ojo humano es incapaz de fijar por sí solo. Y ésa, justamente esa, es su mayor distinción con respecto a muchas otras miradas. No hablo ya de su compromiso político. Me refiero, simplemente, a su fidelidad con lo retratado.
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Las imágenes hechas por ella en Valencia, en 1936, de las víctimas del bombardeo, o de las milicianas recibiendo instrucción en Barcelona, crearon una estética demorada que la fotografía de guerra no conocía hasta ese entonces. La aparición de las Reflex 35 mm, mucho más ligeras y sencillas de llevar, a diferencia de las pesadas cámaras con trípodes, si bien marcaron un punto de inflexión en el reporterismo bélico, en el caso de Taro suponen sólo una nota marginal.
Sus fotografías están hechas a una distancia mucho más reducida que las de Capa. Su quemarropa es más arriesgado. Si te acercas tanto como ella, sales mucho más herido, incluso manchado de la sangre que ella ha visto. Es, insisto, su mirada y su corazón miope los que se acercan de otra forma.
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Taro… From hell to eternity
Todavía Gerda Pohorylle, salió de su casa siendo apenas una jovencita. Era menuda, pelirroja, de ojos verdes y corte a lo Garҫon. Nacida en Stuttggart, llegó a París entre 1934 y 1935. Hitler adelantaba el rearme alemán y comenzaba la partitura de la persecución antisemita. Los primeros campos de concentración, por ejemplo Oranienburg, al norte de Berlín, comenzaron a construirte apenas en 1933. Taro tenía motivos suficientes para irse.
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En el París de entreguerras, un huraño Duchamp pretendía hacer creer que ya no hacía arte, los aspavientos de las vanguardias perdían volumen y Gerda Pohorylle se las arreglaba para sobrevivir. Había conseguido un trabajo en la agencia Alliance Photo de María Eisner (que será más tarde una de las cabezas de Magnum Photo) cuando conoció al joven húngaro Endre Friedman, Bandi para ella.
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La principal meta de Gerda Taro era sobrevivir. En ese entonces, a los periodistas se les concedía automáticamente un permiso de trabajo y en consecuencia el permiso de residencia. Si bien es cierto que con la venta de algunas fotos ella consigue evitar la extradición a la Alemania nazi, su situación, así como la de Capa, distaba de ser cómoda.
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Es entonces cuando propone a Bandi crear al famoso fotógrafo norteamericano Robert Capa. Éste, dicen, ha venido a Europa a trabajar. Es demasiado famoso para reunirse, así que vende sus fotos a través de sus representantes: Friedmann y Pohorylle y lo hace al triple del valor que un fotógrafo francés. La estrategia funciona. Al tiempo, ella decide crear su propio alter ego, Gerda Taro (en algunas versiones Gerta Taro). Las primeras fotografías de ambos salierob bajo la marca Capa, lo que hizo que se atribuyesen muchas imágenes suyas al húngaro. Tiempo después, ella registraría su propia firma.
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En 1936, al llegar a la España donde estalla la Guerra Civil, Gerda Taro tiene apenas 23 años, Capa 26. Juntos avanzan por los principales frentes y ciudades. Barcelona. Córdoba. Teruel. Valencia. Madrid... De esa época provienen los retratos de las milicianas recibiendo formación, toda una nueva narrativa del reporterismo.
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¿Que eran épicas?, ¿Líricas?, ¿comprometidas? ¿casi propaganda? Sí, eso y mucho más, pero hasta ese momento fueron una visión inédita, inexplorada. No eran sólo un documento de la guerra que ocurría frente a los ojos. Tampoco era un retrato en estudio, donde todo está controlado, medido, donde la emoción justa está prevista: el odio, el miedo, el sufrimiento. No es ninguna de las cosas, y sin embargo reúne lo mejor de ambas.
Sus imágenes no son sólo hombres matando y dejándose matar. Ella ve la guerra ahí donde siempre ha estado y donde ha matado más gente, en el día a día. Sus imágenes hechas durante El Segundo Encuentro de Intelectuales en Defensa de la Cultura en Valencia y Madrid en 1937 (la Cibeles ocultándose tras un paredón de ladrillos, la banda de músicos callejeros invidentes), esa capacidad para acercarse... esa miopía en una primera línea donde el fuego es tan mortal como cualquier otro.
Morfina Nuit...
El 22 de julio de 1937, la revista Regarde publica un reportaje de Taro sobre la victoria de los nacionales en Brunete. Una de sus fotos es portada de la revista. Quizás demasiado joven, demasiado empeñada en que se le considerase tan importante como a cualquier otro reportero, o simplemente demasiado ambiciosa, Gerda Taro regresó a la ciudad, a pesar de la orden expresa de que nadie que no fuese del ejército podría estar ahí.
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A pesar del fuerte ataque de la aviación alemana e italiana contra Brunete, Taro reunió suficiente material . Ted Allen, comisario político de la unidad médica del Dr. Bethune, que la acompañó en aquella expedición, intentó disuadirla de aquel despropósito. Pero Taro siguió haciendo instantáneas desde un hoyo en el que consiguió guarecerse. El general Walter, de las brigadas internacionales, le conmina a irse, cuanto antes. Taro no le hace caso.
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Cuando termina el ataque aéreo y la reportera se da por servida, finalmente abandonan la zona. Pero en medio de la confusión y una nueva escaramuza en el ataque aéreo, el coche en el que avanzan hacia Valdemorillo se descontrola y Taro pierde el equilibrio. Al caer al suelo, la fotógrafa fue aplastada de la cintura para abajo por un tanque de guerra. Aún vivía cuando llegó al hospital El Goloso, en El Escorial. Después de una intensa noche de morfina, transfusiones e intentos por operarla, murió en la madrugada del 26 de julio de 1937. Tenía 27 años y el corazón aún miope de quien mira muy de cerca.
Sra. Sáinz, Gerda Taro es un gran gran gran artista a la que ojalá nunca agarre ningún productor de cine para convertirla en un personaje-panfleto como han hecho con Frida Kahlo.
ResponderEliminarUn beso, Sra. Sáinz. Y de verdad le agradezco mucho su recuerdo de Gerda.
Concuerdo, Taro es una gran artista que merece visitas constantes. Gracias por recordarla con esta maravillosa crónica.
ResponderEliminarLa Taro tiene una capacidad impresionante para generar retratos perfectos en momentos insólitos.
ResponderEliminarRealmente Echeto, ojalá que no la agarren para ponerle periquitos feministoidesni "Oliverstoncescos".
Tengo una pregunta cuya respuesta sigo buscando: qué pasó con la cámara y el material que hizo la última vez. (Es cierto, lo sé, quién se va a poner a pensar en poner a salvo su cámara cuando un tanque te ha pasado por encima pero... igual la pregunta me viene a la cabeza).
Roberto, Jairo: agradecida estoy yo con ustedes, señores, por visitar Crónicas Barbitúricas. Un abrazo muy grande a los dos.
Puede que hubiera barro donde fue a caer, y se estropearan los negativos. Claro que, era julio y no es tiempo de lluvias. Pero, hablando de cine, ya estás dando ideas para el título de una película: La cámara de Gerta. Y cómo no, la peli comienza cuando el carro aplasta a Gerta y se ve su brazo fuera de las cadenas con la cámara en la mano. Entonces se ve otra mano que coje la cámara y acto seguido unas botas con algún distintivo que se alejan. El distintivo es para hilar después como sea. Vamos, algo parecido a Largo domingo de noviazgo, con trincheras y todo eso pero nada más que en el comienzo, y luego a recordar y a indagar actores en tiempo actual. Qué ¿me dais el oscar?
ResponderEliminarPepe... tenemos un problema, el tanque aplastó a Gerda de la cintura para abajo, pero como a la Academia esas cosas no suelen llamarle mucho la atención si el asunto está bien mercadeado, pues nosotros como si nada. Danos nombres para la protagonista, coloca sobre la mesa a una artista progre, coloca a Sean Pen de contrafigura y mira... estamos listos. Bueno, eso... o lo hacemos todo en 3D.
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