"Porque los muertos no hablan. Porque los muertos están muertos, y no
se ven"
Antonio Ungar. De ciertos
animales tristes
Sesenta padres nuestros le costó a Patricia entrar a España. Por más que intento sacar la cuenta, no me da. A dos padrenuestro por minuto, el funcionario de inmigración se habría demorado 15 minutos sólo en ella. De ser lo suficientemente creyente y ágil, podría haber rezado tres padrenuestros por minuto, lo que haría bajar el tiempo. Pero ella insiste y se planta en sus sesenta. Sí, sesenta padrenuestros. “Lo que pasa, mami, es que eso fue hace doce años, cuando todas las que llegaban de Colombia venían a trabajar de putas”.
No sé si Patricia venía desde Medellín con la idea de trabajar como tal, o
si era sólo una suposición del funcionario, lo cierto es que pasó el control.
“Y lo peor es que el hij’ueputa ése de inmigración se asomaba por el mostrador,
me veía y decía: pero es que con 25 años, y de Colombia, ¿me va a decir que no
viene a trabajar como prostituta?... Hiju’eputa, ése”, refunfuña con su acento
paisa y sus ojos delineados. Salir de Colombia, lo que se llama salir, no fue
del todo fácil. Una prima, que se había venido a Málaga cuatro años antes, la
convenció de cruzar el charco.
De asistente administrativo en una inmobiliaria “gringa” en Medellín, con
500.000 pesos de sueldo, Patricia había pasado a ganar 100.000 haciendo
cualquier cosa. “Debía a todo el mundo: al lechero, al de la mazamorra, la
hipoteca de mis papás. Así que dije, bueno, lo intento… Y lo peor es que
Medellín estaba que brillaba en esos años, gracias a Pablo, mami”. El tan
familiar Pablo al que se refiere como si de un primo se tratara, es Pablo
Escobar Gaviria (1941-1993), el mismísimo jefe del cartel de Medellín (en los años de aquella conversación, el pujante 2007 español, no
existía Netflix y el patrón, el
más sanguinario de los delincuentes travestidos en prohombres, no había conseguido enamorar todavía a los
españoles como lo hizo con su irrupción en las series de pago).
En palabras de Patricia, Pablo es prácticamente un prócer. “Le dio plata a
la gente pa’ que acomodara la entrada de Medellín y le pusiera suelo de cemento
a las casas; agarró a los pelaos que no trabajan y les dio trabajo… Eso sí, era
narcotraficante, pero él ni mataba, ni le ponía los cuernos a su mujer ni le
dejaba meterse nada a la gente que trabajaba con él. Él lo decía muy claro: yo
produzco lo que los americanos quieren consumir, pero usté no se meta esa
mierda”. Según Patricia, el entierro de Escobar -ella lo sigue llamando Pablo-
fue apoteósico.
A Pablo –vamos, a Escobar-, ella lo vio más de una vez. Fue personalmente a
conocerlo a una calle de Medellín en la que, a veces, cuando andaba de
político, se ponía a saludar gente, repartir cochinos –cerdos– y regalar casas. “Es que ese hombre era
bueno, imagínese que hay quien dice que él sigue vivo, porque a mucha gente en
Medellín le siguen llegando ayudas, que si cochinitos bebés pa’ los del campo,
que si plata pa’ la familia del enfermo… Yo creo que debe ser su familia, que
sigue ayudando a la gente que tanto lo quiere. Aunque hay gente que dice que
está vivo”.
“Ya tengo doce años acá mi amor. Me casé, tengo una hija. ¡Y hasta soy
española!”, dice Patricia con ínfulas de empresaria. Se remueve en su silla, se
incorpora, busca un cuenco con agua tibia mientras camina dando golpes de
avispa con la cintura. Está inquieta, le gusta escucharse. El alquiler del
local, más el sueldo de las otras dos, le da una suma alta, pero ella compensa.
“Como aquí, mi amor, en ningún lado”. "¿Volver? No mami", me dice.
Ella a Colombia no regresa, excepto de vacaciones.
En tres años han matado a su hermano, su tío y su primo, todos por arma de
fuego, en Medellín. “Esos hiju’eputas me mataron a mi hermano pa’ robarlo, a mi
tío pa’ quitarle el camioncito… Y a mi primo, bueno, a ese sí, porque estaba
metido en vainas de droga”. ¿Volver?, “¿pa’ qué mi amor? Con esa racha de
muertos, ¿pa’ qué? Dígame reina, ¿volver, pa’ qué?”. Antes de terminar, se pone
de pie, fantasea con Medellín y su bandeja paisa. Patricia titubea, mira a los
lados y vuelve. “Pero sabe,¿mami? De verdá, que no le miento, ese Pablo sí que
era buena gente m’hija. Ése sí m’hija, ése sí”.
Se cumple el aniversario de su muerte este diciembre. El tiempo ha pasado.
Sí.
Se cumple el aniversario de su muerte este diciembre. El tiempo ha pasado.
Sí.
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No hay muerto malo.
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