jueves, 6 de octubre de 2011

Abecedario para un metro. Eme.

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Cada día me topo con gente que no veré nunca más. También con otras con las que seguiré tropezándome -gracias a Dios, a veces-. Viajo en un vagón infecto, un lugar que hiede a falsa limpieza, a perfume estropeado.

El hombre de pie frente a mí no tiene dientes y viste una camiseta roja, de algodón, alusiva a la selección de fútbol. El caballero en cuestión es de Vigo. Así lo ha hecho saber a quienes le escuchamos y también -porque hay que decirlo- a la mujer con quien pretende intimar.

La mujer en cuestión es venezolana -reconocería ese dulce y antipático acento aun bajo el agua-. Ella insiste: no ha conocido un gallego en su vida -y eso que nuestra tierra sabe de diásporas-.

Los dos se dejan decir y hacer. Los dos se miran. Discuten como si realmente fuera importante el tema que les convoca en este, insisto, infecto vagón de las ocho de la mañana. Él censura, con energía, los bailes de la duquesa de Alba.

Ella no se entera. O no desea, no le apetece. "Me da vergüenza que un personaje como ese represente a España", dice él. Ella, con su ropa vieja y sus zapatos sucios, le mira como si vistiera un corsé de satén y celosías. Ella le mira, con todos sus ojos, como si su destino final estuviese por llegar.

Los dos apestan. Un agrio sudor de cuerpos cansados les recorre. Yo me río, dentro, muy denro, de los hombres y mujeres que intercambian miedos y deseos. Me río, discreta y tontamente, de los fuegos que se encienden de la mano de un tren que está por llegar a aglún lugar. A alguno, cerca o lejos.

Cuerpos cansados, sonrisas desdentadas, mapas que no llevan a ningún lugar. Y en este vagón, como nunca, apostaría por el silencio, me quedaría escuchando el lento sonido de mis zapatos, mientras río, dentro, muy dentro.

Cada día me topo con gente que no veré nunca jamás. Quizás sean ellos, mis entrañables desconocidos, los rostros del día que está por comenzar. Yo me río y me muero, como ellos, de ganas y miedo. Miedo...esa intermitente palabra en el insistente vocabulario de mis días.

4 comentarios:

  1. Te llamas como el personaje... como...te llamas como Antonio Díez.

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  2. efectivamente... y en mi blog te he dejado una respuesta a tu relato "un clavadista en el hudson"... supongo que ya lo has leído; espero que te guste, un saludo!

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  3. Pues justo ahora acabo de leerlo. ¡no lo había leído! ¡Ja ja ja!
    Pues bien, Antonio Díez con tilde, encantada. Le agregaré entre mi lista de blogs. Me ha tomado por sorpresa.

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