lunes, 13 de diciembre de 2010

Sobre la brevedad de las cafeteras


Tenía ya tiempo sin contar días. Había olvidado la repentina lentitud que le brota a las semanas cuando se acumulan alrededor de un plazo que tiene que vencer. Veinte, diecinueve, dieciocho... No, no, en realidad son veintidós, veintiuno, veinte... La cuenta regresiva demora todo lo que no sea su motivo. La vida se nos vuelve una víspera agotadora. ¡Llega, llega, llega!

Había perdido la práctica de los contadores, de los que suman y restan lunes, de los que acumulan palitos presidiarios para llegar antes a una fecha. A mí me quedan tres y no sé ya qué hacer con ellos. Me da para un triángulo y poco más. Tres días. Uno. Dos. Tres.

Cuando se aprende el vicio de la mudanza, se olvidan ciertas cosas. Se pierde el gusto por las repisas, se aburre uno de cargar cosas que cambiarán de lugar. Se aflojan las piezas y la vida deja de parecerse a la foto fija que teníamos de ella cuando éramos niños. Pero ahora que vuelvo a contar días, me parece que las cosas recuperan su olor a merienda y las mañanas retoman su sonido de pájaro.

Es lunes. Fumo un cigarrillo en la cocina. Empujo mi triángulo con impaciencia. Desde que sé que ella está a punto de llegar, todos los días son 'el que falta' . La greca hace su sonido lento de agua que no hierve todavía. Tengo sueño y ganas de que sea ya miércoles.

El agua no burbujea. El patio interior refunfuña con su sonido de pinzas y goteras. Miro el reloj, aún puedo esperar un poco más a que se haga el café. Cuento días. Uno, dos, tres. Miro la nariz de Ringo Star en una taza de Los Beatles. Y aquí estamos, la cafetera, un triángulo y yo, recuperando motivos. El agua hierve. Mi hermana llega el miércoles. La vida es esta víspera que recupera su sonido de pájaro.

2 comentarios:

  1. menos mal que no conocemos qué día será lo que siempre recordaremos

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  2. Me gusta ese comentario de Camino, al final nunca sabremos que dia o qué recordaremos, todo es tan efimero.

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