"Los amigos del barrio pueden desaparecer, los cantores de radio pueden desaparecer,
los que están en los diarios pueden desaparecer, la persona que amas puede desaparecer. Los que están en el aire pueden desaparecer. No estoy tranquilo mi amor,
hoy es sábado a la noche, un amigo está en cana.
los que están en los diarios pueden desaparecer, la persona que amas puede desaparecer. Los que están en el aire pueden desaparecer. No estoy tranquilo mi amor,
hoy es sábado a la noche, un amigo está en cana.
Oh, mi amor, desaparece el mundo . Si los pesados, mi amor, llevan todo ese montón de equipajes en la mano, oh, mi amor, yo quiero estar liviano. Cuando el mundo tira para abajo yo no quiero estar atado a nada, imaginen a los dinosaurios en la cama".
Charly García. Los Dinosaurios.
Charly García. Los Dinosaurios.
Se suponía que aquello sería como la creación del mundo; no mayor de siete días. Pero al ver que llegaba el décimo sin una costilla, un día de descanso ni una mísera llamada de Seur, me mosqueé y llamé al 1004. Primero fue la musiquilla de Avril Lavigne. Luego las interminables opciones de voz que no atinan con una sola de mis verdaderas y pedestres dudas. Y yo, como una imbécil, pegando la boca del móvil y repitiendo, en lenguaje toro-sentado: “Telefonía móvil”, “Contrato”, “Otras-consultas”, “Hablar –con–operador”.
“Hola, le habla Valentina Rosales, ¿en qué puedo ayudarle?”. Es la cuarta, quinta, sexta, o séptima operadora de Movistar a la que me toca relatar la exagerada historia del teléfono Iphone 3G de ocho GB que se fue a comprar tabaco y no volvió. “Hola Valentina”. Llamo porque hace tantos días extravié mi Iphone. Y entonces… Departamento de Robos. Tramité. Pedido… Y entonces. Esperaba la entrega…hace ocho días. Espere un momento Sra. Sainz. Avril Lavigne de nuevo.
“Sra. Sainz, disculpe la espera ¿Cuál es la dirección del envío?” Doy las señas, rápidamente, esperando que, por tratarse de un escritor, el hombre y su circunstancia, etcétera, le resultaría fácil pillar el nombre. Pues no. Y no es que a Valentina Rosales le pida yo grandes cosas, porque hombre, hay que ser tolerante, que últimamente ando yo muy histérica, así que enciendo un cigarro y a esperar… Deletreo, feliz y pacientemente, como quien se mete un chute, la calle del nuevo domicilio en el que vivo. O de oso… r de ratón… t de Teresa.
“Ah, perdone, en el sistema aparece otra dirección”, dice mi empalagosa operadora con su acento de Riohacha. “Sí, se los dije la primera vez que hice el pedido, hace 10 días”. Y mi dulce operadora, amable y robótica con su urbanidad memorizada, me hizo saber lo ocurrido. Esos tropiezos del sentido común que ocurren en los ministerios soviéticos y las grandes corporaciones. A pesar de que me tocó deletrear a los cinco o seis operadores previos la nueva dirección, porque, señores, cambié de domicilio, el nuevo Iphone fue enviado a la antigua dirección en la que nadie abriría la puerta. O eso supuse. O supongo. O yo qué sé. En menos de nueve meses, he hecho maletas tres veces. Esto de ser Ulises por gusto ya no me hace gracia.
“Tiene usted que volver a tramitar el pedido de nuevo, pero no puede hacerlo por Atención Al cliente sino por el departamento de robos”. Ah, claro. Sonrío idiotamente, con el cigarrillo entre los dedos. Me creo tan bien mi papel de individuo en una larga cola, que hasta lo interpreto más allá de la voz. Le agradezco su ayuda, me dejo camelar para comprar un servicio de navegación, cuelgo y comienzo el proceso. Otra vez. El contador vuelve a cero. El génesis se pone en marcha. “En máximo ocho días recibirá en su domicilio el Iphone 3G de ocho GB”. Todo será como la creación. Otra vez. Y entonces Dios creará el mundo. Pedirá un Iphone.
En lo que va de tiempo desde que mi antiguo móvil desapareció de la mesa del Pepe Botella, he perdido verdaderas joyas que antes habrían quedado guardadas en la discreta cámara del necio aparatito que ahora echo de menos. Una pegatina de una tienda llamada Minimalasaña que alguien pegó –quien sabe porqué- en el barrio de Salamanca, un tupido brote de Margaritas al sol, una curiosa declaración de propósitos en los baños públicos de un bar donde el whisky costaba 4 euros – cito: "que le den por culo al Chill out"- , una edición de Rayuela de la Biblioteca BuenaVista en la que alguien arrancó el Capítulo 7 (Toco tu boca…) . De estar armada con mi espada multimedia, probablemente me habrían parecido trozos de mierda esparcidos por ahí, pero ahora me parecían codiciables, archivables, susceptibles de ser documentos.
Hace unos días, Yoani Sánchez escribió en su blog Generación Y acerca de la visita de Rosa Díez a su casa, en Cuba. La bloggera y periodista se detuvo en un detalle, uno solo. El Iphone de la líder de UPyD. Sus razones, debo decirlo, eran legítimas e hicieron sentir que las mías eran berrinches, obcecaciones, glotonerías, manías. Decía Yoani: “A nosotros, que durante toda la Academia Blogger trabajamos sobre un servidor local que simulaba la Web, nos fue posible -de pronto- sentir los kilobytes correr por la palma de la mano. Tuve el tirante deseo de salir corriendo con el móvil de Rosa Díez, de parapetarme en mi cuarto mientras navegaba por todos esos sitios bloqueados en las redes nacionales. Por un segundo, deseé quedármelo para entrar a mi propio blog que aún sigue censurado en los hoteles y en los cibercafés. Se lo devolví desconsolada, lo confieso”. Releo la frase ahora que la copio, y una pátina de gilipollez me hace más rubia y más tonta. Y más rubia, y más tonta.
En, máximo, ocho días, dijeron los de Telefónica. Vale, habrá Iphone. El abandono de un teléfono para no telefónicos se habrá mitigado. Estaré menos compulsiva, tal vez. Si esta vez llega, ¿qué haré? ¿Fotografiaré la punta sucia de mis zapatos cuando me baje, el próximo domingo, en la estación de Sants? ¿Capturaré el mar gris en el Port Olimpic? ¿Haré un retrato de Curro, el perro antibiótico? ¿Es para semejante estupidez que armo este revuelo?
Cuando llegue, si llega, mejor desvío el paquete. Estoy segura de que a Yoani le será más útil, mucho más. Quizás así, de un corrientazo, conjure los silencios de la palma de su mano. Quizás así, espante para siempre el abandono de su isla. Quizás así me cargue por un rato el desconsuelo de Yoani… y con el suyo, acaso… ¿el mío?
Me encantó. No podía ser de otra forma... :)
ResponderEliminarMercurio retrógrado... Nadie se salva. No podía ser de otra forma :(
ResponderEliminara la recherche du IPhone perdú...me encantó, como siempre. un gran abrazo. mh
ResponderEliminarMuchachas: muchas gracias vuestra su generosidad.
ResponderEliminarAlba: tú sabes la falta que me hace el Iphone,pero te imaginarás, de sobra la falta que le hará a Yoani. Soraly: Mercurio retrógrado, sabes muy bien que no creía en esas cosas... hasta que la realidad comenzó a aportar pruebas a tus teorías. Mharía: como siempre, muchas gracias, por tu generosísima y atenta lectura.
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ResponderEliminar¡¡¡Gracias por vencer tu resistencia a escribir ... Para tì es una necesidad, te sirve de catàrsis ... y para nosotros tus lectores es una gozada (como dicen por aquellos lares) !!!
ResponderEliminarGenia. Es duro andar sin teléfono y aún más duro descubrir la dependencia loca que tenemos de estos aparatitos con los que hacemos de todo, menos hablar por teléfono... ¿no?
ResponderEliminarCybertía, ¿por qué eres tan buena gente conmigo, tu revoltosa sobrina? Además, del blog no me puedo retirar, de lo que me gustaría retirarme es de la otra escritura, de la "seria" de la que todavía no me sale. Buaja jaaa jaa jaaa.
ResponderEliminarAna!!!, en serio que no sufro tanto por haber perdido el Iphone (es verdad, se hace de todos menos hablar por teléfono) sino por descubrir qué tan idiota se puede volver uno con el síndrome de la manzanita-dependencia. Después de leer el comentario de la bloggera Yoani, me sentí como una completa cretina.
Muy bueno. Me encanta cuando son temas de la vida real. Hay otros post que la verdad son un poco locos y me cuesta entenderlos.
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