miércoles, 8 de octubre de 2008

Bartleby c'est moi



"Después del temporal, asumidas las pérdidas
y amarrados los grandes y erráticos dolores,
el puerto es el mejor lugar para esperar.
El puerto es como él:
en su interior
enormes, reposados, mar y barcos
Joan Margarit, El Malecón

"Soy el hombre delgado que no flaqueará jamás"
Pedro Casariego, La vida puede ser una lata


Llevo más de un mes sin escribir. Desde entonces, el otoño llegó a Madrid; Carlos Fuentes contrató a una cabeza decapitada para escribir su última novela; Lehman Brothers, oh Dios, se declaró en bancarrota; una lámpara de araña amenazó con desplomarse del techo y yo descubrí un cocodrilo de piedra en una cornisa de Alonso Martínez. Eso, sin contar que guardo serias sospechas sobre el hecho de que Francisco Franco vive en mi barrio (no miento, lo he visto), aunque ése es tema para otra crónica. Volvamos al cocodrilo, la decapitación de Fuentes, el Lagarto de Alonso y lo que vino después de la araña.

Todo pasó lentamente, a razón de una cosa por día. Puedo decir que la vida me fue ocurriendo, como le gusta a ella, de a poquito. Los ojos tiernos y vacacionales de un taxista que está por jubilarse; un vendedor de mecheros en un bar de la calle Santa Bárbara, en Fuencarral, que se declara enemigo de la palabra gracias –“La odio, no he terminado de hablarle, cuando usted ya me dice ‘no, gracias’. Voy a terminar por odiar esa palabra, ¡gracias, gracias, gracias!”-; el metro ochenta de Dahna, la peluquera que con sus manos rumanas me propina rizos y recuerdos de un lugar que está muy lejos; el periodista colombiano Daniel Samper y su declaración acerca de una ciudadanía del fútbol; Anselmo, mi sofá de Ikea, que se resigna a tomar a solas la siesta y la luz de las cuatro de la tarde mientras yo me pregunto cómo es posible que un chico, en su primer viaje a Estados Unidos, fotografíe con asombro los anaqueles de un supermercado (supongo que hace meses en Caracas no ve tantas marcas de mantequilla juntas). No es que sea el único, he recibido a unos cuantos que pasean por el Corte Inglés como si de las Tullerías se tratara. No los culpo, me digo. “Preferiría no hacerlo”.

Me doy la vuelta, repaso la prensa venezolana y la española. Busco cifras sobre el número de homicidios en Caracas. Ya no hay. No las consigo. El Gobierno no las autoriza, la prensa no se atreve a publicarlas. Miro El País, hoy toca Babelia. Fumo y luego vuelvo a fumar. Mi madre ha estado en casa unos días. Se ha ido el sábado, dejándome unas revistas olvidadas, un par de sueños de hace mil años en una granja de Aragua y, en la alcoba, un perfume dulce, de comisura triste y mirada lluviosa. “Allá, simplemente, no se puede vivir”. Allá, dice ella. “Allá”. A mí me da por pensar en gente que vuelve a su casa. Pero entonces lo dice, de nuevo. “Allá”, dice. “Allá”. Dahna usó las mismas palabras mientras me hablaba de una boda ocurrida hace diez años en su país. Me hala el cabello y me cuenta. Sonríe, ahora sonríe, cuando me habla de “allá”.

De pronto, el taxista, el vendedor de mecheros, la peluquera, el turista de los supermercados, mi madre, el país y todos sus poetas -los muertos y los que gobiernan- se anegaron en mi sala. Poco a poco, los objetos y sus alrededores hicieron una fila. En ese momento, cual fiel Bartleby, me declaré incapaz de corresponderles, así fuera con unas líneas. “Preferiría no hacerlo. Preferiría no hacerlo. Preferiría no hacerlo”. La vida ocurriendo, y yo apartándola a manotazos para no tener que escribirla.

Agarré El País, saqué Babelia y salí de casa. Con Carlos Fuentes bajo el brazo pasé por un bar. Leí la entrevista que le hizo Juan Cruz. Pedí más café; después me largué. Salí de la estación Alonso Martínez y bajé por Mejica Lequerica hasta que un enorme caimán de concreto se me cruzó como un enamorado imposible. “Es una estatua, querida. Es una estatua”, me dije. Pero la Casa de los Lagartos seguía intacta, chorreando hermosos reptiles desde sus cornisas, mientras yo seguía pensando, como ahora, “preferiría no hacerlo, preferiría no hacerlo”. No tenía adónde ir, así que me senté en un banco. Abrí el periódico, otra vez. “Dos frases no hacen un plagio”, ha dicho Bunbury a quienes le acusan de copiar los versos de Pedro Casariego en una canción de Helville de Luxe. Cierro el periódico. Tarareo a Bunbury, imitando su voz plagiaria y estupenda. Me voy a casa, otra vez. “Preferiría no hacerlo, preferiría no hacerlo”.

Mañana hará un mes y tres días que no escribo. ¿Algo para celebrar? ¿será un aniversario, o un onomástico miedoso? Que todos salgan y entren ya me parece normal. El taxista, el vendedor de mecheros, los recuerdos de Dahna, el olor de mi madre, los correos de mis hermanos, los muertos que nadie cuenta, el allá y el acá. Y mientras mi casa se cae portazos, yo sólo puedo pensar en ella, en la lámpara de Araña que hace tres semanas -el día que comenzó la abstinencia escribidora- colgaba sobre mi cabeza en la platea, a oscuras, del Teatro Real.

Era un martes. Me daba igual el tenor o la soprano. Ninguno arrancó de mí nada que aquella araña transparente, llena de bombillas y cadenas, no hubiese robado antes. Como del lagarto de Alonso, me enamoré de la lámpara, de sus enormes patas iluminadas. La imaginé bajando y subiendo sobre nosotros, como quien teje o babea ¿Se caerá o no se caerá? ¿Lo habrá hecho antes? , pensé varias veces. Días después lo averigüé. Sí, en 1995, la lámpara entera se vino abajo sobre el patio de butacas aún vacío. Hoy sólo guinda una réplica que, como yo, viene de otro lugar. Llevo más de un mes sin escribir, la gente trajina alrededor de cosas importantes, se lleva las manos a la cabeza, miran el reloj. Yo, como la lámpara impostora, cuelgo indecisa de mi propio hilo, me hago cada día un poco más Bartleby .

14 comentarios:

  1. "Todo pasó lentamente, a razón de una cosa por día. Puedo decir que la vida me fue ocurriendo, como le gusta a ella, de a poquito", ME ENCANTAN ESAS LÍNEAS!

    Y sí, es muy gracioso, tararear Bunbury obliga a poner la voz 'profunda'... Siempre me ha hecho gracia escuchar a la gente cantar Héroes!!! jejejeje. Imposible no imitar!

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  2. Se me ocurre que algún grupo de rock debería hacer una canción con ese estribillo: 'Preferiría no hacerlo, preferiría no hacerlo... Uahhh...'. Sólo por eso me compraría el disco.

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  3. Un poco de aquí y de alla... la vida poco a poco, como le gusta a ella y la gran araña. Viva la abstinencia, madura las cosas desde adentro, sin luz.

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  4. Muy bueno, excepto por la referencias de Bumbury no soporto a ese individuo.

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  5. Bueno, bueno, de aquí y de allá...

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  6. No puede ser que la araña te haya gustado mas que la dulce Amelia de Verdi

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  7. Tú y yo sabemos que ella de Amelia tenía poco, de dulce menos.. ni una lágrima nos arracó.

    Aretha Franklin cantando ópera... Y a mí la Franklin me entanta, pero una cosa es ospel y otra la ópera, madre :)

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  8. esta abstinencia de un mes y tres días te ha devuelto a nosotros con líneas maravillosas....
    Haydée, no me digas que a vos las arañas de los teatros no te atrapan! a mi me intrigan... me quedo siempre esperándolas, aunque, preferiría no hacerlo.

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  9. 1, 2, 3, 4.... 60... Son muchos minutos ¿no? Menos mal que pasan. Todo pasa. Todo ocurre. Tú me entiendes. Espero.

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  10. Puedes... la República barbitúrica acepta la libertad de opinión.

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  11. ... mi sofá también se niega a tomar la siesta solo

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  12. Hola, buenas noches. He leído su escrito y una frase me llamó la atención. Me parece genial eso que usted ha escrito y que es "...La vida ocurriendo, y yo apartándola a manotazos para no tener que escribirla.". Muy pesimista pero me parece que indica su tristeza por las cosas que ve en la evolución de la vida que llevamos. Por tanto, una frase real, cruda. Me parecen esas líneas las mejores de su escrito. Que tenga usted buenas noches.

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