Seis seminaristas juegan fútbol. Vistos en conjunto, parecen árboles. Sus sotanas reverberan, se comportan como enormes manchones oscuros en la placa del mediodía. La expresión de sus rostros es imprecisa y borra sus edades. Se detienen alrededor de ese balón congelado que está a punto de atravesar la portería del Seminario Conciliar de Madrid. Un joven ministro del señor convertido en portero trata de detenerlo. Se estira en el aire. Permanece suspendido, como un milagro extravagante.Su salto habla un idioma. Hay entrega en su actitud, una verdadera acrobacia. Aunque aparentemente menudo, este portero venido de una familia de labradores de Luzón, en Guadalajara, es el penúltimo hijo de una prole de diez hermanos. Sabía arar y esquilar ovejas, pero eso no era suficiente para comer, por eso su padre le insinuó irse de cura. Otros en su pueblo asumieron el mismo destino. Y de diez que fueron, sólo él se ordenó sacerdote. El Señor y los garbanzos despertaban la vocación hasta en las raíces de los árboles. En el extremo de la cancha, otro seminarista camina resignado hacia la izquierda. Justo a su lado, el cura goleador observa de pie la trayectoria de su disparo. Todos miran el cielo, no por beatos, sino porque algo parece haberles pillado desprevenidos.1959. Es el momento de un disparo. Click. Franco había inaugurado El Valle de los Caídos. La democracia cumplía un año en Venezuela; la revolución cubana celebraba sus barbas en remojo y el catalán Ramón Masats tomaba para sí la instantánea de seis sacerdotes que juegan al fútbol. Colocada en un periódico de 2007, la fotografía devuelve la imagen de la historia como un pelotazo: España tiene menos hambre y más fútbol; Venezuela más petróleo y menos democracia. Pero a la revolución cubana le siguen creciendo barbas y vecinos. El Real Madrid arranca quejidos entre sus hinchas. El estado español no debe pagar un precio político a ETA, dice la prensa. Justo a su lado, le sigue: el Barcelona se convierte en el único equipo que no empata en la liga. Y en el intercambio de titulares, cada bar es un parlamento, un convento al aire libre, un rumor de país extraño en el que sus feligreses escurren sus conflictos en las mallas de una cancha, ese otro milagro extravagante. Miro la foto de nuevo. El cura imposible pierde peso en el aire, mi fe también.
domingo, 16 de septiembre de 2007
Unos pocos feligreses
Seis seminaristas juegan fútbol. Vistos en conjunto, parecen árboles. Sus sotanas reverberan, se comportan como enormes manchones oscuros en la placa del mediodía. La expresión de sus rostros es imprecisa y borra sus edades. Se detienen alrededor de ese balón congelado que está a punto de atravesar la portería del Seminario Conciliar de Madrid. Un joven ministro del señor convertido en portero trata de detenerlo. Se estira en el aire. Permanece suspendido, como un milagro extravagante.Su salto habla un idioma. Hay entrega en su actitud, una verdadera acrobacia. Aunque aparentemente menudo, este portero venido de una familia de labradores de Luzón, en Guadalajara, es el penúltimo hijo de una prole de diez hermanos. Sabía arar y esquilar ovejas, pero eso no era suficiente para comer, por eso su padre le insinuó irse de cura. Otros en su pueblo asumieron el mismo destino. Y de diez que fueron, sólo él se ordenó sacerdote. El Señor y los garbanzos despertaban la vocación hasta en las raíces de los árboles. En el extremo de la cancha, otro seminarista camina resignado hacia la izquierda. Justo a su lado, el cura goleador observa de pie la trayectoria de su disparo. Todos miran el cielo, no por beatos, sino porque algo parece haberles pillado desprevenidos.1959. Es el momento de un disparo. Click. Franco había inaugurado El Valle de los Caídos. La democracia cumplía un año en Venezuela; la revolución cubana celebraba sus barbas en remojo y el catalán Ramón Masats tomaba para sí la instantánea de seis sacerdotes que juegan al fútbol. Colocada en un periódico de 2007, la fotografía devuelve la imagen de la historia como un pelotazo: España tiene menos hambre y más fútbol; Venezuela más petróleo y menos democracia. Pero a la revolución cubana le siguen creciendo barbas y vecinos. El Real Madrid arranca quejidos entre sus hinchas. El estado español no debe pagar un precio político a ETA, dice la prensa. Justo a su lado, le sigue: el Barcelona se convierte en el único equipo que no empata en la liga. Y en el intercambio de titulares, cada bar es un parlamento, un convento al aire libre, un rumor de país extraño en el que sus feligreses escurren sus conflictos en las mallas de una cancha, ese otro milagro extravagante. Miro la foto de nuevo. El cura imposible pierde peso en el aire, mi fe también.
Felicidades por haber empezado este blog! Muchos éxitos!
ResponderEliminarMe gustó mucho lo que leí, esta lleno de metalenguajes, hipertextualidad y mucha seriedad, pero a la vez no aburre para nada, me encanta.
ResponderEliminarkeep typing baby, lo haces con tumbao. Enhorabuena por abrir este blog, ahora a regarlo para que crezca.
ResponderEliminarCaí por error en tu blog, me gusta y lo seguiré cuchicheando yeah!
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